30/4/08

Rolando Villazón

Ayer tuve el inmenso placer de escuchar al tenor mejicano Rolando Villazón, que actuó en el castizo Teatro de la Zarzuela con motivo de los actos del Bicentenario. El espectáculo no defraudo: la opera por lo general esta repleta de personajes idealistas que sacrifican su vida por la libertad de su patria y que están encarnados generalmente por el tenor. Lo que se pretendía en el recital lírico era comparar a estos héroes de la opera o zarzuela con los madrileños de la Guerra de la Independencia, levantados ante el opresor francés.

Comprometido con este homenaje, Rolando Villazón, protegido de Plácido Domingo y uno de los cantantes de opera más aclamados actualmente, sorprendió a los asistentes tanto por la belleza de su voz como de la música a la vez que rompía la leyenda de divo distante y lejano que suele perseguir a los cantantes de este género.

La primera parte del concierto se centró en operas decimonónicas de gran calidad y colorido musical como “L’anima ho stanca” (de Adriana Lecouvreur) de Cilea, donde demostró sus dotes de tenor emocionando en cada uno de sus pasajes donde el italiano antiguo se mezclaba con la música de la orquesta, que premeditaba la tragedia. La opera tiene momentos especiales, te relaja y conmueve. Cerró su intervención con el aria “Cielo e Mar” (de La Gioconda) de Ponchielli, que le sirvió de inspiración para decidirse a ser cantante.

Tras la pausa, Villazón se gustó con el género chico que tanto disfrutaron nuestros abuelos y que tan bien supo transmitirnos nuestro profesor Luis Gracia Iberni: me estoy refiriendo a la Zarzuela. Sus intervenciones aquí fueron sublimes, destacando “Madrileña bonita” (de La del Manojo de Rosas) o “No puede Ser” (de La tabernera del Puerto) deleitando a los presentes que no dejaron de alabarle en todo momento por su bravura, elegancia y carisma.

La sensación de bienestar se apoderó a la vuelta… ¡Gracias Rolando!

27/4/08

Lanzarote: luz y silencio


"El día 1 de septiembre 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza...y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra".



Así aparece descrito históricamente por el que era párroco de Yaiza por entonces, Lorenzo Curbelo. A partir de ese día las erupciones volcánicas se sucedieron continuamente en la isla sumiendo a sus habitantes a vivir de manera infernal durante los 6 años siguientes bajo una densa nube de ceniza que no dejaba pasar la luz del sol y constantes temblores de tierra que sacudían el ánimo de los conejeros.
Aquel hecho transformó la fisonomía de la isla. Las coladas de lava vomitadas por los volcanes se desplazaban en todas direcciones hasta enfrentarse con el mar, que al contacto enfría y solidifica el magma expulsado aumentándose considerablemente el tamaño de la isla. Por este motivo una cuarta parte de la isla está cubierta por rofe (lapilli), lava A-A (más irregular) y lava de pies descalzos (de superficie más lisa). Las pequeñas partículas de rofe cubren a modo de manto grandes extensiones de campo que los agricultores han aprovechado para sacar un mayor rendimiento a sus cultivos pues almacena muy bien la humedad del rocio, fundamental en una isla de escasas precipitaciones.
Los lugareños parecen resguardarse del fuerte viento en sus pequeñas casitas blancas de dos alturas planteando al visitante la duda de si aquellos pueblos están o no abandonados. No hay publicidad, tan solo en tres puntos turísticos de la periferia. Sus costas están azarosamente salpicadas de íntimas calas y agitados acantilados donde mar y tierra se funden en ruidosos abrazos. La fuerza del agua ha ido desgastando con su empuje la roca basáltica en la zona de Los Hervideros, ofreciéndonos un sublime paraje que llega a estremecer al más insustancial espíritu.
La potencia de los elementos no solo se nos revela aquí. El Parque Nacional de Timanfaya es, en sí mismo, la Naturaleza en estado puro. Las erupciones supusieron el fin de la vida anterior, pero también el comienzo de una nueva, el año cero de la Tierra. Casi tres siglos después de la catástrofe los líquenes comienzan a colonizar este desierto de lava, se convertirán en los catalizadores del proceso de la evolución natural, como si al origen nos hubiéramos remontado. La vida animal apenas se manifiesta por reptiles (lagarto de Haría) y aves depredadoras que sirven para controlar la superpoblación de conejos.
Una virtud reina por encima de todas: el silencio. Todo está en calma, la mirada se habitúa a ella y serena el alma. La quietud del interior parece responder el bramido de las cercanas olas. La introspección te apodera y eres consciente de la belleza que te rodea cuando admiras la inmensidad del océano desde lo alto de una montaña mientras eres zarandeado por caprichosas ráfagas de viento.
La luz del sol no es deslumbrante. Es tenue, nítida, penetrable. Invade los cuerpos, enmarca el espacio que ocupan. El reposo es continuo, la mano del Hombre ha sido benévola con su medio y nos seduce con contrastes delicados y elegantes: piedra volcánica y muros blancos. La licencia permitida es la decoración en azul, verde o beige de las ventanas y puertas de los hogares. La homogeneidad es abslotuda.
En Lanzarote uno se siente cercano a la Naturaleza, en contacto con ella.

26/4/08

"La Monstrua" y las bizarrías cortesanas

Cuando uno visita el Museo del Prado y entra en las salas dedicadas a Velázquez, por lógica tiende a obviar algunos pequeños detalles que pasan desapercibidos entre la gran cantidad de obras maestras que allí se exponen. Así, tras esopos, cristos, rendiciones, venados y arrepentimientos equinos se encuentra una sala dedicada al retrato barroco con protagonismo del avilesino Juan Carreño de Miranda.
En ella encontramos, entre serios retratos de la realeza, embajadores y caballeros, una pareja de retratos que reclama nuestra atención: "La Mostrua".

En el primero vemos a una oronda niña ricamente ataviada, aunque sin que ello consiga ocultar su obesidad, acentuada ésta por unos frutos que lleva en la mano y parece dispuesta a devorar. El contraste entre la clara tez y el fondo oscuro no hace sino resaltar las redondeces de su gesto, que apenas ya transmite nada de la inocencia que debería.

A su lado, otro retrato de la misma niña, en este caso desnuda, que se apoya en un podio ataviada con ciertos atributos báquicos como las hojas de parra y el racimo de uvas. En este caso la figura pierde su ya escasa de por sí feminidad, y su silueta es utilizada como modelo de un Baco que resulta sórdido de lo desproporcionado de su físico, y más aún si tenemos en cuenta que su cuerpo está tomado de una niña desnuda.
En este punto es cuando surgen dos posibles interpretaciones de las intenciones del pintor: ¿Quiere representar a Baco mediante el físico infantil corrompido por el exceso o utiliza como excusa el tema mitológico para que todos veamos la deformidad que hizo famosa a la criatura?
Esta "bizarría" se debe al gusto por lo extravagante instalado en una época en la que tanto la Corte como la nobleza reclamaban y atraían personajes deformes, enanos y otras criaturas para su propia diversión. Así ocurrió en este caso, en el que desde la capital se hizo llamar a la "pequeña" Eugenia Martínez Vallejo para distraer a los aburridos cortesanos. Tal debió ser la fama de esta niña de tan sólo seis años de edad, que el pintor asturiano, encargado habitualmente de retratar a insignes personajes como Carlos II o Mariana de Austria, la retrató para la posteridad.

18/4/08

"Persépolis", de Marjane Satrapi

Irán es un país que hoy en día para la mayoría de la gente es sinónimo de guerra o de proximidad a ella, por su proximidad a Irak y por su actual programa nuclear. Sin embargo, Persia suena a fastuosa leyenda, a oro, a exóticas tradiciones y a un pasado glorioso e imperial. Marjane Satrapi, autora de la novela gráfica Persépolis, ha tratado a través de su autobiografía, de reforzar el hoy delgado hilo que une la antigua Persia con el actual Irán sin ocultar para ello el salvaje integrismo imperante en el país desde la revolución islámica.

Es una novela que estoy seguro que sorprenderá incluso a los que, como yo, no se dejan llevar por los clichés periodísticos sobre Oriente Medio. A través de 356 páginas, la autora nos ilustra no sólo las duras circunstancias en las que se encontraron las familias iraníes de ideología no tradicionalista en los años ochenta, sino también las que vivió ella en Europa como inmigrante iraní. En definitiva, una obra más que recomendable con la que no sólo se aprende, sino con la que se disfruta de una historia bien llevada, contada de una forma limpia y sencilla (no por el formato), y con destellos tanto de ácido humor como de cálida ternura.

15/4/08

"El origen de El Señor de los Anillos" de Lin Carter

Hoy he terminado "El origen de El Señor de los Anillos" de Lin Carter. Ha supuesto una importantísima aportación crítica a mi conocimiento sobre Tolkien, a pesar de que el libro no está especialmente bien pulido y acabado. Comienza con unos capítulos muy interesantes acerca del clima cultural y social en el que se movía Tolkien en la época en la que se gestó su gran obra, y habla de sus contactos con otros escritores, entre los que destaca hoy en día C. S. Lewis, autor de las recientemente llevadas al cine "Crónicas de Narnia", libro que algún día leeré con bastante interés e ilusión.

A continuación le sigue una parte en la que se resume en muy grandes trazos los argumentos de El Hobbit y El Señor de los Anillos, una parte que cualquiera que los haya leído puede saltarse sin ningún miedo. Después viene la parte más relacionada con la literatura del libro. Carter realiza un recorrido desde las epopeyas de la Antigüedad, como la Odisea de Homero o las Argonáuticas de Apolonio de Rodas (espero no volver a olvidar que fue el primer director de la Biblioteca de Alejandría) hasta las obras de fantasía del siglo XIX pasando por los grandes ciclos medievales y las novelas de caballerías de la edad moderna. Aunque esta síntesis también es somera y resultará forzosamente simple para un filólogo, es abundante para quien nunca oyó hablar del Amadís de Gaula y suficiente para el que tiene unos conocimientos moderados sobre la materia. Por último, la parte más interesante es en la que se desgranan las fuentes dentro de la mitología nórdica de algunos de los personajes, historias y entornos de la obra de Tolkien.

Carter, que se muestra un gran conocedor de estas tradiciones nórdicas, realizó un exhaustivo estudio de todos los elementos del universo tolkieniano que provenían directa o indirectamente de la Edda Antigua, compendio de libros que califica como "el Antiguo Testamento de las religiones nórdicas": Si bien ya se conocían algunos nexos con la obra wagneriana, como era por ejemplo, el tema de los anillos, en la Edda se encuentran además algunos de los nombres que aparecen tanto en El Hobbit como en El Señor de los Anillos, ya sea literales, como Bifur, Bombur, o el propio nombre de Gandalf, ya sea ligeramente alterados como Frode. Pero no sólo nombres, también tradiciones como la espada rota que se vuelve a forjar para acabar con un gran mal, el tesoro que vuelve invisible al portador, o el gran dragón que custodia un tesoro y que sólo puede morir si se le asesta una estocada en el único punto débil de su panza.

Todas estas cosas me han llevado a realizar una autocrítica acerca de mi veneración por Tolkien. Si todas estas cosas están tomadas de la mitología nórdica, ¿no le resta mérito a Tolkien? Ni qué decir tiene que la respuesta a esta pregunta siempre ha partido de mi cabeza buscando la justificación para el "no", pero creo que tampoco me he engañado demasiado.Es cierto que tengo que quitarle algunos puntos de sus calificaciones en imaginación, pero creo que también tengo que subirle algunos a su calidad de escritor. Primero porque Tolkien encarna a la perfección los conceptos clásicos de traditio e innovatio, es decir, la capacidad de tomar la tradición y trabajarla para sacar todavía algo nuevo. Y segundo porque hace falta ser muy bueno para mezclar un corpus mitológico tan vasto como el nórdico con la propia imaginación y conseguir algo que no sólo no sea una imitación servil del material existente sino que además sea tan elegante y plantee cuestiones humanas como la amistad, la nobleza o la traición con la universalidad con que lo hace.

Y Gandalf... Reconozco que me ha dolido mucho saber que su nombre ya aparecía en uno de los poemas de la Edda, y que me hablaran de otros magos de los que podría derivar como Merlín, o de grandes personajes cuasidivinos que se camuflaban bajo harapos como él. Sin embargo, el Gandalf de Tolkien es una invención magistral, uno de esos personajes por los que resultaría imposible abandonar la lectura, un héroe, que tiene más de dios por su elevada condición humana que por lo que en él hay de sobrenatural, alguien de quien se puede llorar amargamente su muerte y del que se admira su determinación, su sabiduría, su extraña cercanía. Y todas estas cosas son única y exclusivamente del Gandalf de Tolkien, que además es el único que también es Mithrandir, el "peregrino gris" en la lengua de los elfos que Tolkien creó.

10/4/08

HÉRCULES Y ESPAÑA


A finales del siglo XV y principios del XVI surge, tanto en España como en el resto de reinos europeos, un fuerte carácter nacionalista. Las motivaciones que llevan a cada estado a reivindicar su papel en la Historia y sus características diferenciadoras van desde las religiosas a las imperialistas pasando por las culturales o la resistencia al invasor. Para llevar a cabo sus proyectos de Estado, los dirigentes conciertan matrimonios, promueven acciones bélicas y sobre todo, encargan programas propagandísticos que justifiquen dichas acciones en busca de esa identidad nacional.Si nos fijamos en el caso concreto de España, no tardaremos en darnos cuenta de que la preparación de dicho programa surge de los motores culturales del momento: las universidades, siendo Salamanca, Alcalá y Valladolid los principales estudios donde se reúnen las principales luminarias del pensamiento humanista español. Así las cosas, con la toma de posesión de Carlos V de la corona imperial en 1520 se inicia un proceso de justificación del propósito de unificar Europa de nuevo como en los viejos tiempos del Imperio Romano con España como cabeza bien visible, es entonces cuando se comienza a buscar en las raíces de la historia española algún hecho que lo pruebe. Para legitimar la relación española con la Antigüedad nada mejor que acudir a fuentes de la Antigüedad: La huella de Hércules en España. Para ello se acude desde un principio a los textos medievales de Ximénez de Rada "El Toledano", quien en su De rebus Hispaniae apunta que Hércules, en cumplimiento de su décimo trabajo, llegó a costas gaditanas (entonces posesiones de os Tartessos) en busca del monstruo Geryon a quien debía robar el ganado. Estos escritos abrieron la veda para que durante el siglo XV se escribieran más interpretaciones de los textos mitológicos, como fue el caso de Nebrija en su Muestra de las Antigüedades de España (1499), y estos fueran rescatados en el XVI buscando, a través de la retórica de la imagen con que los representaban, una representación iconográfica nacional. El resultado de ellos es una amalgama de personajes y fundaciones de ciudades que configuran los límites estatales, que, empezando desde las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar), la puerta del Hades (relacionada con las orillas del Guadalquivir), el puente romano de Salamanca, el Acueducto de Segovia o la Torre de Hércules en La Coruña, atraviesan la península unificándola en la Historia. Junto a ello, nombres legendarios unidos a Hércules como Hispán (Hispania), Íspalo (Híspalis) o Liberia (Illiberis, luego Granada) que, según ciertas interpretaciones (tan libres y peregrinas en algunos casos) dan fe de la relación del Héroe con España, que podemos ver representada en medallas, monedas, pinturas e incluso relieves, como es el caso de la fachada de la Universidad de Salamanca, de la que por cierto, otra leyenda dice que el mismo Hércules guardó en un agujero las siete artes liberales y sobre ellas construyó el estudio salmantino, en cuyo patio colocó una estatua con una efigie propia donde los estudiantes acudían en busca de la inspiración...
Siempre hay algo de historia tras cada leyenda, pero mientras tanto, disfrutemos de la imaginación de nuestros antepasados.

9/4/08

El amor según Tiziano


En un cuadro de Tiziano de 1548 que se conserva en el Museo del Prado, titulado “Venus, el amor y la música” y que probablemente fue un regalo de bodas por la alianza que tiene la mujer en uno de sus dedos, se encierran unos significados certeros sobre el amor que vamos a tratar de desvelar.

El amor sacro aparece representado en primer plano: es el de los sentidos, aquel que combina el intercambio de miradas con la música que emana del piano de madera enarbolando al mismo tiempo una sensación de quietud, calma y ansiado deseo dentro de los cauces de la virtud y fidelidad, identificada con el perro acariciado por la Venus.


En segundo plano el amor profano: la lascivia encarnada en ese ciervo que nos presenta a esa pareja del fondo que se agarran sin ningún pudor, exhibiendo un amor muy distinto al que contemplábamos antes. Los significados han cambiado: la mujer desnuda es la que tiene la grazia, la naturalidad, la espontaneidad o cualidad que Baldassare di Castiglione denominó sprezzatura en su imprescindible manual de “El Cortesano”, traducido por Boscán en 1534. Valores completamente opuestos a la vestida que con su indumentaria y gestos nos introduce en el mundo del artificio, distante y esquivo con los sentidos. Todo ello enmarcado en un paisaje con perspectiva tomada de Serlio donde se advierte la presencia del pavo real, que anticipa la fecundidad de la que gozará esa distante pareja que se dirige al infinito del bosque.


Tiziano ya nos mostró en 1514, haciendo un guiño a nuestra logia, este interesante debate sobre el amor en su cuadro de la romana Galeria Borghese “Amor sacro y profano” donde aparecen las figuras con las cualidades descritas anteriormente. No hubo una representación tan fiel de la pureza como en el angelical rostro de la figura desnuda. Contemplen la exultante grazia, la belleza que evocan los sentidos puesta de manifiesto en esta expresión de la cara, reflejo de la virtud o perfección que los griegos llamaban areté. Nadie como el veneciano supo reflejar de tal manera la sprezzatura.

Como hemos comprobado, las dudas sobre el amor como contraposición de vicio y virtud vienen desde el Renacimiento. Ahora os toca elegir a vosotros, logicatorcistas, que sendero queréis tomar antes de montar en la barca de Caronte… ¿sacro o profano?


8/4/08

El drama shakesperiano de Faramir y Denethor

Me gustaría dedicar una serie de posts a algunos aspectos de la vastísima obra de J. R. R. Tolkien. Espero que pasen de la intención de hacerlo y que pueda comentar algunas de las cientos de cosas que han pasado por mi mente durante la lectura de sus obras. Actualmente estoy leyendo "El origen de El Señor de los Anillos", de Lin Carter, una obra de 1969, es decir, uno de los primeros ensayos dedicados a la mal llamada trilogía, escrito apenas trece años después de la publicación del último volumen de la obra, "El Retorno del Rey". Espero que la lectura contribuya a ordenar en cierto modo mis pensamientos y a suscitar algunos nuevos.

Probablemente no es a mí a quien corresponde escribir el elogio máximo del profesor Tolkien, así que sólo diré que si soy un ferviente admirador de su persona y sus escritos es porque en ellos he encontrado la universalidad de la que participan sólo las grandes obras de la literatura, como la Divina Comedia o El Quijote. Estoy prácticamente convencido de que El Señor de los Anillos se encumbrará poco a poco como una de esas obras y romperá poco a poco los convencionalismos simplificadores de "novela de aventuras" o "novela de ciencia ficción". Pero como ya digo, hoy no hablaré de esto.

Hoy quiero centrarme en la bella historia de Faramir y Denethor. Ambos son dos de los personajes que quizá tengan una mayor profundidad psicológica a pesar de no ser protagonistas de primer orden de la obra. Denethor, que en una primera lectura puede parecer sólo un hombre oscuro, desesperanzado, egoísta y mezquino, es en cambio uno de los personajes que más debería llevar a compasión dada la desgracia que le acompaña a lo largo de su vida. El destino le ha llevado a gobernar Gondor en el peor de los tiempos posibles, cuando la sombra del este se rearma y cualquier enfrentamiento es una derrota; su gobierno lo ejerce como senescal, como simple sustituto provisional del rey del que hablan las canciones, del rey que podría no llegar nunca. Es probablemente a él al que le tocará escribir la última y poco honrosa página de la historia del más alto reino que los hombres de la Tierra Media fundaron tras Westernesse. Es en este el mundo en el que Denethor debe intentar dar no con la buena, sino con la menos mala de las opciones. Y es ahí donde decide enviar a su hijo predilecto, Boromir, a debatir con los demás señores de la Tierra Media el futuro de la última alianza del oeste contra Sauron. Una dura decisión que se verá recompensada con la muerte de Boromir, de la que se entera al recibir la barca con su cuerpo y su cuerno roto en pedazos. En este momento el drama de Denethor se hace insostenible y se precipita velozmente su ruina.

Faramir es el segundo hijo de Denethor, desde joven más inclinado a la sabiduría de los elfos que a la volátil condición humana. Esto le acarreará siempre la mirada desconfiada de su padre que a pesar de amarlo como al hijo que es, le mantendrá en segundo plano frente a Boromir, destinado a sucederle como senescal de Gondor. Por eso es a él al que corresponde la ardua y silenciosa tarea de defender la ciudad avanzada de Osgiliath frente al avance del Señor Oscuro. Por eso su vuelta, tras la muerte de Boromir y la caída de Osgilitah, se convierte en deshonrosa y le depara el repudio de su padre y el momento en el que Denethor le confiesa que habría preferido su pérdida a la de su hermano. A partir de aquí, el desenlace es veloz: Faramir parte en solitario y desesperanzado a la reconquista de la plaza perdida, tratando así de recobrar también el amor paterno; sin embargo, fracasa, y a su vuelta, malherido, sólo termina de provocar la locura de Denethor que trata de inmolarse junto al inconsciente Faramir, que sólo es rescatado en el último momento por Gandalf y Pippin.

Esta historia, obligada y tristemente reducida aquí, encierra un drama de corte tan clásico que el mismo Shakespeare podría haberlo escrito bajo otros nombres. El padre con un hijo predilecto y otro, de igual o mayor valía incluso que el primero, al que todo se le exige y nada se le reconoce; la muerte del predilecto y el repudio del que sobrevive; y, en fin, el intento de este último por hacerse digno del amor del padre, que viendo en su postrer día la injusticia y el dolor que ha causado, se suicida para tratar de pagar así por todo ese daño.

Esta historia, que por sí misma ya sería digna de gran elogio y reconocimiento, se teje entre las grandes epopeyas que encierra El Señor de los Anillos, dibujándose en apenas unas pocas líneas con la maestría de la narrativa hábil y astuta de Tolkien, capaz de sorprendernos entre trolls y anillos de poder con una historia conmovedora, terriblemente humana y de barroco resabio inglés.

3/4/08

Contrastes (pero no de A. W. Pugin...)

Vivimos rodeados de contrastes, de choques. El terreno de juego donde desarrollamos nuestro día a día no suele distar mucho de unos lugares a otros, especialmente en las ciudades donde podríamos reducir sus elementos configurativos inmóviles a calles y edificios. En el medio rural también existe esto, aunque a pequeña escala y de una manera más modesta y menos estridente, de eso no hay duda. Despertamos dentro de un edificio para abandonarlo por unos minutos e ir a parar a otro edificio. Durante esos minutos de traslado nos hemos ido moviendo entre edificios.

La arquitectura nos envuelve y rodea. Se nos presenta constantemente y apenas paramos en ello. Asumimos lo que vemos de una manera casi inconsciente. Volúmenes asimilados por el mero hecho de encontrarse unos junto a otros sin importarnos cuando fueron “puestos” allí o qué relación guardan con su entorno. Hasta que aparece una voz anónima, salida de la nada, que parece abanderar con la palabra una cruzada a favor o en contra de tales disposiciones urbanísticas. Y ésta atrae a otras voces dispares, que al asociarse en masa – no hay nada más peligroso que las masas… – parecen tomar cuerpo como de juez con capacidad de discernir y defender con fervor aquello correcto de lo que no lo es. Ahora lo veremos mejor.

Tomemos como ejemplo dos escenarios simbólicos o destacados: los foros romanos y la mezquita de Córdoba. Dos de los lugares más complejos y a la vez más admirados de la historia del arte.


Aparte de la descomunal cantidad de valiosos lugares de interés que tiene, uno de los puntos de atracción de la capital italiana son estos foros. La gente acude en masa a ellos con una certeza a priori de que aquello es bello. Y lo es, por supuesto. Pero a lo que quiero llegar es que el espectador, el público que se desplaza a estos lugares, no guarda un baremo común para la consiguiente crítica del lugar. Atraviesan la vía Sacra del foro de Julio César entre basílicas, templos, la Curia o el Tabularium del siglo II-I a.C.; asimismo, aparecen ante sus ojos el arco de Septimio Severo, ya del III de nuestra era, y también la Iglesia barroca de los Santos Lucca e Martina, de Pietro da Cortona, del XVII. Por lo tanto, nos encontramos dentro de un mismo recinto cantidad de monumentos, volúmenes y espacios que distan de sí cronológicamente más de 1500 años, y lo aceptamos como algo bello sin plantearnos si esa iglesia está destruyendo con su “lenguaje cristiano” ese entorno pagano. Al contrario, lo admiramos y esbozamos una sonrisa que parece decir: ¡Cuánta belleza junta!

De la misma manera tenemos el caso de la Mezquita de Córdoba, aunque en este caso con un resultado algo diferente. Las sucesivas ampliaciones de la Mezquita llevadas a cabo por Abderramán I, Abderramán III, Al Haken II y Almanzor sobre suelo en el que se asentaba una iglesia visigoda y previamente un templo romano de los que tomaron columnas y capiteles para reutilizarlos como elementos sustentantes, dan como resultado lo que hoy en parte podemos contemplar. Nadie duda de la belleza de la arquitectura islámica, si bien es considerablemente superior la factura de la ampliación de Al-Haken II – la parte frente al mirhab y la kibla - . Pues bien, entre todo esto encontramos una iglesia renacentista del siglo XVI-XVII, la Catedral. En este caso el público no parece estar tan conforme con el resultado por ese choque que producen ambas arquitecturas y lamenta haber perdido por completo la planta original de la Mezquita, o por lo menos su primitiva continuidad y uniformidad arquitectónica. Ahora se oyen otras voces: ¡Qué barbaridad! Volvemos al problema del tiempo: Un edificio que reúne construcciones que distan más de 600 años.

Entornos urbanos, edificios independientes que han soportado reformas, ampliaciones, a los que se les ha adherido nuevos volúmenes, etc. Y podríamos citar innumerables ejemplos de esto. Nuestra historia urbanística y arquitectónica así esta conformada: La ampliación de Rafael Moneo del Museo del Prado en Madrid, donde la mayoría decidió posicionarse en el lado de los que claman al cielo por tales construcciones, a pesar de la fantástica recuperación del claustro renacentista de la Iglesia de los Jerónimos – casi ha tenido que darse esta ampliación para que el público lo conociese – y del respeto histórico hacia el edificio principal de Villanueva y la sede de la cercana Real Academia de la Lengua Española; la misma Plaza de Cibeles, concebida por los arquitectos de Carlos III como uno de los extremos que cerraba el Paseo del Prado en su lado norte, conjuga lenguajes de diferentes siglos que van de XVIII al XX y se advierte como una de las estampas más reconocidas de la ciudad; en Chicago, Mies van der Rohe protagonizó un experimento urbanístico en la década de los años 40 del siglo pasado sobre la intrincada trama de la ciudad decimonónica para dar acondicionamiento a un Campus científico y universitario, el IIT (Instituto de Investigación Tecnológica). El contraste entre ambas concepciones es espectacular, o por lo menos impactante.

Diferentes lenguajes arquitectónicos para un mismo punto, pintorescos escenarios de una fuerte carga visual que nos hechizan y embriagan, haciéndonos suyos, limitando nuestros sentidos críticos y reduciéndonos a meros viajeros de paso…

CÉSAR.

Algo que se aprende trabajando en una librería es que el ser humano tiene necesidad de historias. Basta con echar la vista atrás para darse cuenta: existen historias desde el comienzo de la Historia. Valga la redundancia.

Las historias son tanto mejores cuanto más nos identifiquemos con los personajes. Odiseo, Don Quijote, Ahab. Superman, incluso. Protagonistas imaginarios de historias inventadas por escritores que supieron dar con lo que el Ser Humano necesita: la persecución tenaz de un objetivo que, de difícil, se convierte casi en ideal. El retorno al hogar, la búsqueda del amor ideal, la venganza, la lucha por El Bien.

Mi opinión es que el Ser Humano tiene un defecto (¿o una virtud?): es consciente de su imperfección. Sabe que nunca tendrá la determinación de Odiseo, ni los superpoderes de Superman. (aunque quizás no sea tan difícil encontrar a alguien con la ira contenida de Ahab, ahora que lo pienso). Por eso necesita héroes: Quiere, aunque sólo sea por un rato, sentirse superior a la gente que le rodea. Ya decía Warhol que todo hombre tiene derecho a quince minutos de gloria.

A veces, resulta que no tenemos por qué inventar personajes ideales: Como hay muchos seres humanos, de vez en cuando sale alguno que destaca por encima del resto. Para bien, o para mal. Hitler, Miguel Angel, Napoleón. César.

Cayo Julio César. Perfectamente podría haber sido un personaje de ficción, pues tuvo una determinación y una capacidad de liderazgo fuera de lo común.

Una de las primeras anécdotas que cuenta Putarco en sus Vidas paralelas es su hazaña con unos piratas: capturado y hecho prisionero en un barco pirata, fue condenado a morir crucificado. Pero como andaban un poco cortos de personal, decidieron aprovecharse del reo antes de crucificarlo. Ese tiempo de gracia le bastó a César para convertirse en el líder sin discusión de la embarcación, hasta el punto de permitirse callar a los piratas con un simple gesto. Al final, los bucaneros se hicieron tan amigos del romano, que empezaron a bromear con la crucifixión.. César mismo decía, entre bromas y chanzas, que algún día los crucificaría él a ellos. Lo que no sabían es que César era de todo, menos bromista. Así que, en cuanto llegaron a puerto y fue auxiliado por algún puñado de soldados romanos, crucificó hasta al último de los pobres piratas...

César es de esas personas que se terminan convirtiendo en personajes, porque trascienden lo físico, lo terrenal. Se convierten, ya en vida, en algo más que en un débil cuerpo humano (y tan débil: al parecer, sufría ataque de epilepsia). Fue un animal político que luchó por el esplendor de Roma hasta el día de su muerte.

Otro defecto que tiene el hombre es el miedo al cambio. César estaba determinado a actualizar el agonizante concepto de República Romana (SPQR). Consiguió, después de haber conquistado la Galia, que su rival y anteriormente amigo Pompeyo, huyera de Roma sin ofrecer combate, tras conocer la noticia de que César y sus legiones habían atravesado el Rubicón (riachuelo simbólico que delimitaba los territorios de César y Pompeyo). Aunque esto no impidió un posterior y definitivo enfrentamiento en Farsalia, batalla en la que Pompeyo quedó total y absolutamente desahuciado.

Cuando consiguió convertirse en cónsul vitalicio, tomó medidas que favorecían más al pueblo que a la acomodada, gorda y ambiciosa clase senatorial. Sabía que cuando se quieren hacer cambios, es bueno tener al pueblo contento.

Desgraciadamente, César no pudo ver terminado el profundo proceso de cambio que él mismo inició. Un movimiento conspiratorio iniciado por Marco Junio Bruto, antiguo apoyo de Pompeyo al que César no sólo había perdonado la vida, sino que le concedió el cargo de senador, consiguió crear la ocasión propicia para asesinar a uno de los líderes más brillantes que ha dado la humanidad. Lamentablemente, fue asesinado por espíritus mediocres que pensaron que asesinando al hombre también asesinarían sus ideas... Pero ya sabemos que eso no ocurrió. No podía ocurrir. Incluso su muerte fue una victoria.