Anoche terminé de leer Visión del ahogado, de Juan José Millás. Es un libro corto, 238 páginas y su lectura no es especialmente farragosa, si bien hay determinados momentos en que el ritmo se ralentiza y es necesaria una atención mayor. Por el contrario, la articulación de la obra en breves capítulos no numerados agiliza la narración y facilita los saltos espacio-temporales tan utilizados por Millás, al menos en este libro. Y es que el escritor valenciano se sirve de esta técnica, que a estas alturas quizá no resulte tan transgresora, para tejer con soltura la historia de cuatro personajes principales y otros pocos accesorios que no llegan a completar la decena.
El relato, y quizá el propio Millás, están marcados por el pesimismo, la tristeza, la oscuridad y la absoluta incapacidad para salir de esa espiral que supone la caída libre del individuo al nihilismo y la aniquilación de su condición humana. Los personajes de Millás no luchan, no saben, no quieren, no pueden, son sparrings de la mala suerte y de un ambiente en el que sólo pueden hundirse y degradarse cada vez más. Esta actitud, que para un amante de la vida como yo resulta no sólo dolorosa, sino también irritante, es la tónica de la novela. No hacer nada y hacerlo todo mal son las únicas posibilidades en este universo construído con vidas marginales y sin mayor futuro que un lánguido y triste transcurrir por eso que los demás llaman vida. La técnica de Millás de suprimir a veces los signos de puntuación para indicar los diálogos, de modo que queden embebidos en la narración, colabora a privar de cualquier importancia las palabras de sus desdichados personajes.
Considero a Millás por esta obra un buen escritor, con grandes dotes narrativas, una gran capacidad de caracterización de individuos y un armonioso estilo que produce larguísimas frases en las que resulta difícil perderse, además de gozar de un amplísimo vocabulario, ofreciendo diversas palabras absolutamente desconocidas para mí, algo que hacía tiempo no me sucedía. Pero no le perdono el gris de su mundo, no quiero volver a pasar doscientas páginas recibiendo golpes en mi alegría de vivir, existen suficientes cosas tristes en el mundo como para embadurnarme de ellas en mi tiempo de ocio o meditación. Ahora que pienso, no recuerdo un sólo momento en que un personaje ría en esta novela, y eso para mí, señor Millás, es imperdonable.
3 comentarios:
es que la novela de personajes postmodernos es muy de Juanjo Millás. Yo lei El Desorden de tu Nombre y no me llevé nada en los bolsillos. Su estilo pesimista a veces esconde en apatía la falta de brillantez y chispaque necesita toda novela (que no alegría).
Y la técnica de no señalar el diálogo no es suya, es muy habitual desde hace unas décadas, la usan mucho los autores hispanoamericanos desde los años 60, y ha pegado con fuerza, hasta convertirse en una moda casi cargante ya.Que por otra parte tampoco tiene mucha fuerza expresiva... Pero lo de poner guiones a alguno le parece decimonónico o algo así... En fin, que Juanjo Millás es tan moderno...
Y a mi que me gusta cómo cuenta lo que cuenta...
¡Seré ignorante!
Ro
es que el estilo de Millás mola por eso, por su rareza y dificil aceptación de una realidad. Sus argumentos son diferentes a los del resto. Y lo de falta de brillantez de novelas no se puede tolerar, cojan "Laura y Julio" y sorprendanse, argumentos así son dificiles de encontrar..
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