Quintiliano, en un pasaje de su Institutio Oratoria, advertía contra el pigrium emmendandi, es decir, la vaguería a la hora de revisar algo que se ha escrito con el fin de depurarlo y adecuarlo exactamente a las directrices de cada texto. Decía que era necesario dejar espacio entre las líneas que se escribían en primer lugar para que resultara más fácil introducir modificaciones, para que el papel (él habla realmente de la tablilla) nos invite a hacerlo y la pereza no nuble nuestra primera intención. Más de mil años después, el hombre que casi oficialmente puso la primera piedra del Renacimiento, Francesco Petrarca, apuntaba al margen de su manuscrito de Institutio Oratoria en el mismo pasaje: verissimum et expertium, es decir, que no sólo lo consideraba cierto, sino que lo había probado en su propia piel.
Hoy, más de seiscientos años después de Petrarca y casi dos mil después de Quintiliano, no existe el pigrium emmendandi, ya que los medios digitales han convertido la edición de cualquier texto en algo extremadamente fácil. Lo que también ha desaparecido, me temo, es la voluntad de reescribir y de perfeccionismo que latía en ellos. Yo mismo firmo ya este texto y apostaría a que no lo retocaré nunca.
2 comentarios:
Es verdad que los nuevos medios han facilitado la edición de los textos, pero no su corrección. Filológica y estadísticamente, es IMPOSIBLE de facto escribir un texto sin errata alguna. Antes existía la figura del corrector de pruebas, pero hoy, con la edición electrónica, son los propios autores los que revisan su texto (lo cual está fatal, porque, como saben lo que "pone", no lo leen de verdad, y no detectan las erratas) y además han de hacerlo en un tiempo récord. Sí estoy de acuerdo en lo que se refiere a textos de creación literaria: Juan R. Jiménez, por ejemplo, era un obseso de la corrección. Nunca, ni en el momento de su muerte, llegó a dar por definitiva su obra...
Es cierto, un texto tiene que ser revisado por otra persona. Nadie puede corregirse a sí mismo salvo el Gran Hacedor: Valdovinos. ¿Alguien se ofrece a revisarme las "obispadas"? jejejejejeje.
Quintiliano tenía más razón que un santo.
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