Sartre nos propone en este ensayo un viaje por su particular Venecia a través de la figura de Tintoretto, un pintor fiel a la ciudad lacustre, donde residió durante 75 años en los cuales supo ganarse el prestigio de patronos y Scuolas, dejando muestra de tal favor en San Rocco o en la Iglesia de Madonna dell’Orto en el tranquilo barrio de Canareggio. Pese a lo novedoso de su convulsa pintura, embravecida como el mar según el magnífico prólogo del profesor Francisco Calvo Serraller, que nos introduce en la suculenta historia aludiendo a esa pasión del filósofo existencialista por la rebeldía de Tintoretto; su triunfo se debió a las inquietudes de sus mecenas, alejadas de las tranquilas composiciones tizianescas y gustosos del realismo de Jacopo Robusti detto il Tintoretto, más acorde con la situación de continuas luchas con Oriente en las que estaba inmersa la República Veneciana. No es de extrañar por tanto, que el Cuarto Felipe atesorase entre sus colecciones del Alcázar una mayoría de pintura veneciana heredada del buen gusto de su abuelo Carlos V (recordemos por ejemplo el magnífico lienzo del "Lavatorio de los pies" del Museo del Prado).
La rivalidad entre pintores fue una tónica dominante durante el siglo XVI, sin ir más lejos Tiziano hizo todo lo posible para que Tintoretto cayese en el olvido, nombrando como sucesor a Paolo Caliari conocido como il Veronese, pese a la enorme diferencia de edad de ambos. Sastre relata muy bien estas afrentas, como por ejemplo:
“Cuando nació Jacopo, el viejo (Tiziano) tenía cuarenta y un años, y cuando el joven (Tintoretto) intentó por primera vez afirmarse, setenta y dos. Habría sido el momento de ceder el puesto, habría sido un detalle morirse. ¡Que va! Aquel infatigable monarca reinó veintisiete años más; cuando desapareció, centenario, tuvo la suprema dicha de dejar una Pietá inacabada, como las jóvenes esperanzas sesgadas…”
Para Sartre todo es un decorado, una ciudad fantasmagórica que te atrapa cada vez que vas, por eso concluye con la idea que todas las vivencias allí acaecidas no serán más que un espejismo pertenecientes a esa divina atmósfera enaltecida por el constante rumor del agua de los canales, que atravesados por puentes y góndolas, nos transportan a épocas de dogos, pintores, aventureros o seductores.
La rivalidad entre pintores fue una tónica dominante durante el siglo XVI, sin ir más lejos Tiziano hizo todo lo posible para que Tintoretto cayese en el olvido, nombrando como sucesor a Paolo Caliari conocido como il Veronese, pese a la enorme diferencia de edad de ambos. Sastre relata muy bien estas afrentas, como por ejemplo:
“Cuando nació Jacopo, el viejo (Tiziano) tenía cuarenta y un años, y cuando el joven (Tintoretto) intentó por primera vez afirmarse, setenta y dos. Habría sido el momento de ceder el puesto, habría sido un detalle morirse. ¡Que va! Aquel infatigable monarca reinó veintisiete años más; cuando desapareció, centenario, tuvo la suprema dicha de dejar una Pietá inacabada, como las jóvenes esperanzas sesgadas…”
Para Sartre todo es un decorado, una ciudad fantasmagórica que te atrapa cada vez que vas, por eso concluye con la idea que todas las vivencias allí acaecidas no serán más que un espejismo pertenecientes a esa divina atmósfera enaltecida por el constante rumor del agua de los canales, que atravesados por puentes y góndolas, nos transportan a épocas de dogos, pintores, aventureros o seductores.
4 comentarios:
Qué grande, Luigi!!
"Habría sido un detalle morirse", jajajajajaja!!
Al final, de esas luchas entre pintores hemos salido beneficiados nosotros, que podemos contemplar cuatro siglos después cada batalla a los pinceles...
Grandísimo! Tengo ganas de ir a Venecia, la vez que fui no la pude apreciar lo suficiente. Y tengo ganas de leer ese libro, para qué engañarnos.
Muy bien, Velarde!
Yo también quiero ese libro!
Bravo, Velardus! Mayúsculas para todos!
Me encantaría poder leerme el libro y estar en venecia para disfrutarlo en todo su esplendor.
Muy buen post Luisete!
Gracias!!!
Gracias a todos!
Besos
Frescuer
Publicar un comentario