Si hay algún capítulo conocido en la Historia del Arte Renacentista, ése es el de la accidentada relación entre Miguel Angel Buonarrotti y el Papa Julio II. Dos caracteres fuertes, difíciles de doblegar, que iniciaron su relación a partir del encargo que realizó el Papa al joven florentino: ni más ni menos que un sepulcro de tamaño colosal que se ubicaría bajo la cúpula de San Pedro.
Los avatares de la historia hicieron que el propio Julio II pospusiera sus deseos de ver terminado el sepulcro en favor de otra magna obra: Pintar los techos de la Capilla Sixtina.
Los avatares de la historia hicieron que el propio Julio II pospusiera sus deseos de ver terminado el sepulcro en favor de otra magna obra: Pintar los techos de la Capilla Sixtina.
Dicen las malas lenguas que este encargo fue adjudicado a Miguel Angel por consejo de Bramante, arquitecto personal de Julio II, empeñado en desprestigiar a toda costa al joven artista, que ya había demostrado su talento en obras como la Piedad Vaticana, y empezaba a constituir una amenaza.
Miguel Angel, que nunca se consideró otra cosa que escultor, acometió este encargo a regañadientes. Emprendió la obra en cuatro años, entre 1508 y 1512, justo a tiempo para que Julio II pudiera disfrutar del placer de verla terminada, tras tantos desencuentros con el Buonarrotti.
EL TORMENTO Y EL ÉXTASIS es una película basada en la novela de Irving Stone del mismo nombre. En ella, se nos muestra la relación entre un Julio II muy distinto del retrato de Rafael, y un Miguel Ángel interpretado por Charlton Heston, bastante bien caracterizado.
Sin entrar a buscar errores históricos, que a buen seguro los habrá, el logro de esta película no se centra tanto en el estudio de los dos personajes principales, tan distintos pero a la vez tan parecidos, sino en lo verosímil de los decorados: muchas veces uno duda de si realmente lo son, o no.
El film, grabado en 1965, tiene los pros y los contras que se le pueden buscar a una película que ya tiene 43 años: Aunque los personajes están bien caracterizados, y bastante bien interpretados (especialmente el Julio II de Rex Harrison), se deja notar que lo que más se busca es la grandilocuencia visual. Para ello, y a falta de ordenadores que ahorraran trabajo, se hicieron reconstrucciones de la Capilla Sixtina, de lo que debió ser el "solar" sobre el que Bramante empezó a levantar San Pedro, y se gastó mucho dinero, evidentemente, en vestuario.
En definitiva, no es la película más entretenida del mundo, pero consigue que los que amamos el Arte sintamos cierto gustazo viendo a Miguel Angel practicando el estarcido para siluetear las figuras, o ingeniándoselas para hacer un andamio lo más práctico posible... o pintando La Creación de Adán.
1 comentario:
Yo tengo muy buen recuerdo de esta peli estopulo!! la vi en el colegio cuando era piccolo y me acuerdo de la tensión que había entre los personajes mientras se realizaba tan magna empresa..
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