29/5/08

"Venecia, Tintoretto" Jean-Paul Sartre

Sartre nos propone en este ensayo un viaje por su particular Venecia a través de la figura de Tintoretto, un pintor fiel a la ciudad lacustre, donde residió durante 75 años en los cuales supo ganarse el prestigio de patronos y Scuolas, dejando muestra de tal favor en San Rocco o en la Iglesia de Madonna dell’Orto en el tranquilo barrio de Canareggio. Pese a lo novedoso de su convulsa pintura, embravecida como el mar según el magnífico prólogo del profesor Francisco Calvo Serraller, que nos introduce en la suculenta historia aludiendo a esa pasión del filósofo existencialista por la rebeldía de Tintoretto; su triunfo se debió a las inquietudes de sus mecenas, alejadas de las tranquilas composiciones tizianescas y gustosos del realismo de Jacopo Robusti detto il Tintoretto, más acorde con la situación de continuas luchas con Oriente en las que estaba inmersa la República Veneciana. No es de extrañar por tanto, que el Cuarto Felipe atesorase entre sus colecciones del Alcázar una mayoría de pintura veneciana heredada del buen gusto de su abuelo Carlos V (recordemos por ejemplo el magnífico lienzo del "Lavatorio de los pies" del Museo del Prado).

La rivalidad entre pintores fue una tónica dominante durante el siglo XVI, sin ir más lejos Tiziano hizo todo lo posible para que Tintoretto cayese en el olvido, nombrando como sucesor a Paolo Caliari conocido como il Veronese, pese a la enorme diferencia de edad de ambos. Sastre relata muy bien estas afrentas, como por ejemplo:

“Cuando nació Jacopo, el viejo (Tiziano) tenía cuarenta y un años, y cuando el joven (Tintoretto) intentó por primera vez afirmarse, setenta y dos. Habría sido el momento de ceder el puesto, habría sido un detalle morirse. ¡Que va! Aquel infatigable monarca reinó veintisiete años más; cuando desapareció, centenario, tuvo la suprema dicha de dejar una Pietá inacabada, como las jóvenes esperanzas sesgadas…”

Para Sartre todo es un decorado, una ciudad fantasmagórica que te atrapa cada vez que vas, por eso concluye con la idea que todas las vivencias allí acaecidas no serán más que un espejismo pertenecientes a esa divina atmósfera enaltecida por el constante rumor del agua de los canales, que atravesados por puentes y góndolas, nos transportan a épocas de dogos, pintores, aventureros o seductores.

Carlos V y el Furor

Quizás haya sido la visión primero del imponente Poseidón de bronce y luego del famoso mármol romano, pero justo en ese momento he pensado en la obra más impactante de Leone y Pompeo Leoni.

Entre este bronce y la escultura de Augusto hay tantas similitudes como diferencias, pero lo que es cierto es que Leone Leoni (auténtico creador de la escultura) consigue que su obra respire el mismo aire imperial que podría haberle insuflado cualquier avezado escultor 1500 años antes. La misma actitud sosegada, el paso hacia adelante, el gesto impasible, y sobre todo, los llamativos juegos de manos que centran nuestra atención, un emperador sujetando a su propio furor, y otro que parece amarrar a su pueblo. Basta una ojeada para darse cuenta que ambas efigies quieren dar la misma sensación de seguridad imperial.


Por otro lado, hay que tener en cuenta que la misma imagen de Carlos V trata de ser una proyección hercúlea de la monarquía española, por ello, cuando se le quita la armadura(curiosidad esta constatada por el mismo Portela, auténtica eminencia en estas lides) nos queda un desnudo tan musculoso e imponente que podría haber sido ideado frente al mismo Moisés miguelangelesco. El mismo tipo anatómico se repite en el Furor, que es sujetado por una de las fortísimas manos del emperador, alegoría de la Templanza, una de las cuatro virtudes cardinales, que nos transmite cómo el emperador supo vencer a su propia ira para mantener la calma frente a la lucha contra la herejía.

28/5/08

EL AUGUSTO DE PRIMA PORTA.

Uno de los aspectos a los que Augusto dio más importancia durante su largo mandato fue la propaganda militar. A muchos nos ha llamado la atención la parafernalia que montó Hitler alrededor de su persona y su partido: los famosos desfiles, sus estandartes, sus enormes águilas... hasta la distintiva Cruz Gamada.

Todo esto no fue invención de Hitler, evidentemente: el moreno austríaco no hizo otra cosa que "heredar" la parafernalia romana impulsada, entre otros muchos, por Augusto: todo el arte oficial que se hizo durante su mandato estuvo enfocado a ensalzar sus triunfos y transmitir al exterior una imagen de Imperio sólido y unificado. Desde el Foro Augusto, con el templo de Mars Ultor (Marte Vengador), levantando en honor de su padre adoptivo Cayo Julio César, hasta el Ara Pacis, pasando por la que, sin duda, es una de las esculturas más relevantes dentro de la Historia del Arte: El Augusto de Prima Porta.

Augusto ordenó para sí una escultura de bronce, no conservada hoy, pero igual a la escultura de mármol guardada en los Museos Capitolinos de Roma. En esta escultura se dejaron ver varios rasgos de modernidad entre los que destacaba, sobre todo, la decisión de dejar atrás la estética retratística tardorrepublicana, caracterizada por hacer bustos de los nobles patricios a partir de máscaras mortuorias de cera, dotando a las esculturas de un siniestro realismo (pincha aquí para hacerte una idea); en su lugar, se dio paso a una nueva estética retratística "neoática": si bien no se llegaron a hacer rostros ideales como en Atenas, sí que se tomó, por ejemplo, la tendencia a hacer los ojos grandes, al estilo fidíaco.


Atenas.
Esa es la primera "influencia" que recibe el nuevo estilo imperial augusteo, tan preocupado por enlazar su Imperio con las antiguas tradiciones (no en vano, conminó a Virgilio a escribir la Eneida para enlazar su linaje y el origen de Roma con los antiguos guerreros troyanos).


No es Atenas, decía, la única influencia recibida. Ni mucho menos: la postura, por ejemplo, es herencia directa de la iconografía etrusco-itálica del "orador" de Florencia; la actitud y anatomía se corresponden con el canónico Doríforo, de Policleto. Por fin, los paños, lineales, nos devuelven a la tradición helenística .

Para terminar, no hay que olvidarse de la coraza,
que está decorada con una ilustración histórico-simbólica, cuyo plan iconográfico podéis leer aquí.

En definitiva: es por todo esto por lo que hay que tener en cuenta la importancia que tuvo esta escultura, representación absoluta de la iconografía augustea, que posteriormente será interpretada a su manera por cada uno de los emperadores sucesores.








EL POSEIDÓN DE ARTEMISIÓN.

Hace tiempo que quiero viajar a Grecia. Son incontables las razones, pero una de ellas es ver esta escultura:




Salta a la vista que la musculatura de torso y brazos es rígida, inerte y sin articular, algo por otra parte muy característico de todas las esculturas producidas dentro del que se define como "Estilo Severo" (480 - 450 a.C), primera época de la escultura "clásica" griega. En este aspecto, el Poseidón está lejos aún del buen hacer de Mirón, Policleto y muy especialmente Fidias, que empezaron a revolucionar el mundo de la escultura pocos años después.

Pero...
  • El hecho de que sea uno de los pocos bronces originales conservados de toda la escultura griega clásica (junto con el Auriga de Delfos).
  • La gravedad, la intensidad del momento captado: con el tridente preparado y el objetivo marcado por la rigidez de la mano izquierda.
  • El componente romántico que implica haber encontrado a Poseidón en el mar (cabo de Artemisión, 1928).
Estas tres características serían suficientes para admirar esta escultura... si no fuera porque nos dejamos la más importante: la Majestuosidad Olímpica que esta escultura exuda por sus broncíneos poros. La tranquilidad, la seguridad de saberse omnipotente, de que no va a fallar... y la elegancia que de ello se deriva.

Mirad a la cara a Poseidón. ¿Os podeis imaginar de otra manera al Dios de los Mares?




27/5/08

Epístola de Pietro Martire

El humanista Pietro Martire D´Anghiera vino a España de la mano del Conde de Tendilla para participar en la guerra de Granada y se estableció en Jaén, entonces centro de operaciones del ejército español. Tal era la fama que le precedía que el mismo Talavera le propuso como preceptor de los jóvenes nobles de la corte, como se hacía entonces en los distintos estados italianos. A ello se negó con un rotundo "No quiero nada con Apolo sino con Marte". Allí conoció al joven y erudito provisor de la catedral de Jaén, Diego de Villaescusa, con quien fraguó una sincera amistad.
Cuando hablamos de personajes del pasado, tendemos a tanto a mitificar sus vidas como a sacralizar sus legados. Nada más bello hay que percatarte de que, a pesar de la perpetuidad de su memoria, eran personas de carne y hueso, problemas cotidianos y motivaciones terrenales.
Transcribo a continuación la carta íntegra que envió el italiano al español como muestra de que la erudición no es enemiga de la sencillez ni del buen humor, así como prueba del gesto cotidiano que a veces tan difícilmente asociamos a este tipo de personajes.

A DIEGO DE VILLAESCUSA, EL MÁS BRILLANTE DE LOS TEÓLOGOS, DEÁN DE GRANADA Y PROVISOR DE JAÉN
No se me ocurre qué escribirte especialmente a ti, siendo así que tengo un interés particular en ello, porque estoy en la obligación de hacerlo. No hay ningún negocio entre nosotros. Si me pongo a tratar contigo de asuntos literarios, lenta tortuga iría por el estadio en persecución de un alado corcel. Pienso que es un pecado callar, ni me está permitido el hacerlo, pues que tú me mandas que te escriba. Tiemblo ante tus mandatos, porque eres juez; en razón de jerarquía te tengo respeto, porque tú eres el Deán de la Metropolitana y yo canónigo tuyo, y, finalmente, te tengo veneración a causa de tu sabiduría. No sé, por tanto, qué partido tomar. Pero ya sé qué hacer, Villaescusa. Te tengo cogido, sapientísimo patrón mío. Se me ha ocurrido algo en lo que no me puedas vencer: Sal armado al campo; yo te espero para la lucha cubierto con mi yelmo. Quisiera que a pie o a caballo te encontraras con Mártir armado de pies a cabeza. Me adiestró tu España. Me consta, además por experiencia propia, hasta qué límite llegas en los banquetes, cuando de paso por Jaén (que vosotros creéis Mentesa, donde desempeñas por el Prelado el cargo de Provisor, como vulgarmente se dice) me invitaste en el coro como a canónigo, solamente a siete platos. Tengo un cocinero que sabe preparar maravillosamente ocho platos exquisitos. Mis criados te servirán asimismo de las prensas de Baco vinos más deliciosos que los que tú me ofreciste. Te ruego me indiques si estás dispuesto a luchar conmigo. A tiempo de yo nacer, Marte sopló de frente en mi horóscopo. No sé vivir en la tranquilidad del puerto y me veo arrastrado a buscar con quien pelearme de una manera o de otra. Me dirigiré a otro (y no me faltará quien), si es que tú, o por pereza, o por miedo al sonido de la trompeta animadora o tal vez por envanecimiento con tanto poderío, rehusas. Adiós.

Desde Valladolid a 2 de junio de 1492.

Marte y la sonda Phoenix

Ayer, a la 1:53:53 de la mañana, hora europea, se posó en Marte la sonda de superficie Phoenix, cuya misión será perforar el suelo marciano en busca de hielo y de indicios de vida pasada legada a él. Sin embargo, no es la primera y sin duda no será la última. Repasemos un poco la historia del planeta rojo y de las sondas de exploración.

Marte es un planeta de aproximadamente la mitad del tamaño de la Tierra, con un marcado color rojizo proveniente de la gran cantidad de compuestos ferrosos que sobrevuelan su débil atmósfera, que propicia el interés científico en contra del "cercano" Venus, con una atmósfera mucho más densa que impide a la ciencia de hoy día enviar una sonda para explorarlo. Tiene dos lunas, Fobos y Deimos, una gravedad menos de media vez la de la tierra y es, por norma, extremadamente frío, unos -60 grados de media, aunque en su ecuador puede llegar a los 20 grados positivos en su estación estival. Su elemento más cautivador, amén de sus casquetes polares de abundante hielo, es el Olympus Mons, un antiguo volcán de 27 kilómetros de alto y 600 km de base. Imaginad un volcán de Madrid a Barcelona y que fuera tres veces la altura del Everest y tendréis el Olympus Mons.


Giovanni Schiaparelli elaboró un primer mapa entre 1877 y 1888, debido en parte a los avances científicos, y en parte a su proximidad a la Tierra en aquella época. No fue hasta 1962 que, dentro de la carrera espacial, rusos y norteamericanos se enfrascaran en una lucha científica por obtener los mayores y mejores datos de Marte. Mientras las sucesivas Mars soviéticas (hasta siete) tuvieron como único éxito la toma de algunas fotos de la Mars 4, las Mariner estaodounidenses obtuvieron muchas más fotos que las rusas además de recoger información acerca de la temperatura y la presión atmosférica tanto en el polo sur como en el ecuador. En 1971 la Mariner 9 obtenía miles de fotografías que hacían al fin obsoleto el mapa de Schiaparelli.

Luego llegaron las exitosas Viking en 1976, que supusieron el techo en el conocimiento marciano hasta 1997, cuando la misión Mars Pathfinder fue capaz de desplegar el Sojourner, un gracioso vehículo de seis ruedas, por el suelo de Marte, con gran éxito en el estudio de rocas. Sin embargo, no todo serían parabienes para la NASA, y las misiones de Mars Climate Orbiter y Mars Polar Lander fueron rotundos fracasos, sobre todo la primera, cuyo fallo estuvo en un vergonzoso uso de distintos tipos de medidas, anglosajonas y métricas, que utilizaron los dos equipos de trabajo. No corrieron mejor suerte la Nozomi japonesa o la Beagle 2 de la Agencia Espacial Europea.

Sin embargo, parece que se remonta el vuelo en el conocimiento del planeta rojo con la Mars Reconnaissance Orbiter, lanzada en 2005 y con la actual Phoenix, que extienden sus artilugios para conocer mejor el origen del hielo marciano y su más que probable relación con la existencia de algunos organismos vivos hace millones de años.

Una de las claves en esta investigación es el meteorito ALH84001, que cayó en la Antártida hace unos 13000 años y que tiene una antigüedad de 4500 millones de años. Esta roca, de origen marciano, contiene lo que parecen ser microfósiles del absurdo tamaño de una centésima parte del grosor de un cabello humano.

Aunque todo esto nos suene a cuento de ciencia ficción, sobre todo a nosotros, gente más preparada en humanidades, os animo al menos a leer las noticias que aparezcan en los periódicos estos días, ya que se trata de avances científicos y de conocimiento de inconmensurable valor y que se sustentan en miles de años de conocimientos del Cosmos de algunas de las civilizaciones que tanto y con tanto placer hemos estudiado. No olvidemos que no hay ciencias y letras sino sólo conocimiento.

26/5/08

Indiana Jones

Sirva este post como inciso y guiño dentro de nuestros variados y pseudoeruditos escritos. Este fin de semana he ido dos veces a ver Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, última y definitiva entrega de una de las sagas más influyentes de los últimos cincuenta años de la historia del cine.

Poco contaré sobre la película en sí, sobre todo porque hace apenas cuatro días que la estrenaron e imagino que mucha gente aún no ha podido ir a verla. Sólo diré que este eslabón final de las aventuras de Indy no desmerece a las anteriores de la ya tetralogía de Spielberg y Lucas, aunque obviamente no llega a la insuperable cota de La Última Cruzada.

Las películas de Indiana Jones son el paradigma de la historia de aventuras. Henry Jones Junior, su protagonista, es un arqueólogo que compagina clases en la universidad con excavaciones y expediciones en busca de objetos y restos materiales de las culturas que estudia. Sin embargo, de una manera o de otra, se ve envuelto en búsquedas de reliquias contra aquellos que las codician por el lucro o por el poder, de forma que la trama de la historia resulta en una clásica y siempre atractiva lucha de "buenos contra malos".

Indiana Jones es atrevido, intrépido, inteligente, culto, impulsivo y, sobre todo, muy arrogante, quizá la característica que más apreciamos en un personaje cuando no se trata de incorporarlo a nuestras vidas reales. A su lado siempre hay curiosos y variados secundarios, entre los que destaca su padre, Henry Jones, interpretado magistralmente por Sean Connery en la tercera entrega.

El aspecto más flojo y endeble de las películas es sin duda su fidelidad histórica, pues en aquellas películas donde la trama se urde a partir de acontecimientos históricos reales, el hilo pronto se quiebra en pro de la fantasía, quedando la visión científica relegada por la simple y pura aventura. Y sin embargo, esto me parece algo muy encomiable hoy día, que tantas novelas con afán histórico se escriben y que tantos falsos mitos extienden queriendo hacer pasar por ciencia lo que no es más que ficción. En las películas de Indiana Jones se puede separar claramente la parte histórica de la puramente fantástica, Spielberg no trata de hacernos creer que un hombre de ochocientos años custodia el cáliz de Cristo ni de que en las alcantarillas de Venecia hay tumbas de cruzados con mapas secretos, Spielberg lo único que intenta hacer es divertirnos; y eso lo consigue siempre desde el principio de la película, con diálogos inteligentes, situaciones absurdas, escenas de acción imposibles e incluso con un admirable humor blanco.

Aunque lo que Spielberg quizá no pretendía era crear una generación en la que todos los niños en algún momento se plantearon en su infancia ser arqueólogos. Probablemente se dio cuenta con el tiempo, y a ellos dedica una frase del doctor Jones en su última película: "si quieres ser un buen arqueólogo, sal de la biblioteca". Yo, de momento, el año que viene salgo de mi biblioteca para indagar en archivos, museos e iglesias. Sin látigo, pero recordando lo que dijo Carlomagno...

21/5/08

El libro y el número de páginas

¿Hasta qué punto influye en la lectura de un libro saber de antemano el número de páginas del que consta?

Actualmente estoy leyendo Pedro Páramo (Alicia, gracias) y aunque estoy disfrutando su lectura, creo que saber que el libro no es muy largo contribuye de forma sustancial a mi enfoque de la obra, ya que sé que el final no está lejano, que los giros que está dando Rulfo no pueden ser tan amplios como para no terminar en las cerca de treinta páginas que me quedan por leer. Recuerdo cuando comencé a leer Cien Años de Soledad (quizá el recordar ese libro ahora no es casual); había leído ciento cincuenta páginas y tuve la sensación de que podría haber estado leyendo durante años sin llegar a ningún sitio. Quizá esto le parezca una aberración a mucha gente, pero el comprobar que aún me faltaban al menos cuatrocientas páginas para terminar, me desalentó, me hizo perder el interés por el resto del libro y empañó el ligeramente dulce sabor que iban dejando en mí las líneas de García Márquez.

¿Os imagináis la posibilidad de leer un libro sin saber primero el número de páginas que quedan? Sin saber si una o mil. Obviamente, hoy en día es difícil de hacer y casi imposible, pero pensad por un momento la posibilidad de comenzar a leer un libro sin saber si lo váis a leer en una o en veinte semanas. El punto de vista cambia mucho.

Saliendo de los ejemplos de la literatura hispanoamericana, ¿qué pasaría si comenzáramos a leer la divina Comedia de Dante sin conocer su extensión? Personalmente creo que su carácter tan universal haría que nos sintiéramos defraudados al llegar al final. "¿Ya?", pensaríamos. Yo, al menos, estoy seguro de que me sentiría abandonado, dejado; tal era mi sensación de estar haciendo lo correcto al leer la obra que su lectura se me hizo cotidiana como se me hizo normal de pequeño pasar cinco horas en el colegio. Y sin embargo el libro, por desgracia, no dura una vida...

Una última reflexión surgida mientras escribía esto: leer es algo tan mágico que es una de las pocas palabras que carece de sinónimos...

14/5/08

ORFEO Y EURÍDICE

Hay muchos mitos dentro de la historia del arte, música o literatura que llaman poderosamente la atención y que son continuamente representados, quizás por la eternidad de sus enseñanzas. Uno de estos es el pasaje de Orfeo, tañedor de lira y cantor ,y su amada Eurídice, que, recogido por Ovidio en sus "Metamorfosis", sigue teniendo su vigencia actual con las representaciones que se llevarán a cabo en el Teatro Real de Madrid durante este mes con el ciclo de operas dedicadas a este tema. La primera será la famosa de Monteverdi, que fue estrenada para una representación privada el 24 de febrero de 1607 en el Palacio Ducal de Mantua y la segunda, la posterior de Gluck, donde destacará la actuación del tenor en alza Juan Diego Flórez, en el papel del poeta que desciende al subsuelo para encontrar nuevamente el amor.


Orfeo pierde a su amada Eurídice y tras bajar al Averno, una especie de infierno, para recuperarla, se le da la posibilidad de hacerlo con la condición de que no la contemple en el camino de vuelta a la Tierra. En medio de un profundo silencio, Orfeo y Eurídice tomaron un escarpado sendero oscuro envuelto de una espesa niebla. No estaban lejos de la superficie de la Tierra, cuando Orfeo, temeroso de perder de nuevo a su amada y deseoso de mirarla, volvió los ojos hacia ella. La ansiedad amorosa provocada por sus sentimientos no le permitió esperar. Inmediatamente, ella resbaló hacia atrás, alargando los brazos en su lucha por agarrarse a Orfeo que no pudo evitar la tragedia.


Orfeo se estremeció por la segunda muerte de Eurídice y sus ruegos para regresar al inframundo fueron en vano. Se sentó siete días en la orilla del río Estigio, abandonando su persona. El amor, el dolor de su corazón por la nueva pérdida y las lágrimas fueron su alimento. Finalmente, Orfeo se retiró a las alturas del monte Ródope y rehuyó todo contacto con las mujeres, porque había sufrido y porque había empeñado su fe en la ferviente recuperación de su amada. Sin embargo, muchas fueron las que anhelaron unirse al poeta y numerosas las doloridas por ser rechazadas. Su fidelidad a Eurídice fue motivo de canto de los poetas e inspiración de los compositores que ensalzaron su figura hasta nuestros días.

La idea que se desprende del mito podría ser la siguiente: mejor vivir intensamente un momento que una eternidad aburrida.



Pieter Paul Rubens: Orfeo y Euridice.


13/5/08

El Hallelujah de Haendel

El Hallelujah de Haendel es la transmisión del mejor mensaje posible para la Humanidad condensado en una sola palabra. La nueva es que el Señor ha resucitado, y con ello la salvación del hombre es posible, porque Cristo ha vencido a la muerte y ya gobierna los cielos.

La pieza comienza con un sonoro "hallelujah" que durante los primeros compases es la única palabra: "alabad a Dios", grita la Humanidad. En el mayor de los modos mayores, se expande la noticia y sólo cabe cantar "aleluya", "for the Lord God Omnipotent reigneth", "porque el Señor Dios Omnipotente reina". Mientras esta nueva corre a todos los rincones, el coro de sopranos insiste: "Hallelujah! Hallelujah!".

Cuando comienza a decaer la euforia incial, se ofrece al fin con más detalle lo que sucede: "The kingdom of this world has become the kingdom of our Lord and of his Christ", "el reino de este mundo se ha convertido en el mundo de nuestro Señor y de su hijo Cristo". Después, el mensaje crece ("And He shall reign forever and ever", "y Él reinará para siempre") y emerge desde la tierra hasta los cielos, se transporta desde los bajos a los tenores, de estos a las contraltos y de aquí a las sopranos, que se separan de las voces terrenas para convertirse en emisarias del mensaje celestial y elevarlo cada vez un poco más a Dios subiendo el canto: "King of kings, Lord of lords" "Rey de reyes, Señor de señores". A esto contesta la Humanidad entera: "forever and ever, hallelujah, hallelujah".

Y finalmente, cantan todos los hombres con una sola voz: "King of Kings", para que el cielo confirme: "forever and ever"; "Lord of Lords" le proclaman los hombres, "Hallelujah! Hallelujah"
se oye desde el reino de Dios. Y bajo este festejo se extiende por unos compases más la más grande pieza coral jamás creada.

Recientemente falleció Luis Gracia Iberni, maestro de Historia de la Música. Al enterarme de esta horrible e inmerecida noticia recordé inevitablemente su explicación del Hallelujah de Haendel, de la que mis palabras sólo pretenden ser un débil eco. El único consuelo que encontré fue en estar seguro, de que si dios existe, le abrió las puertas del cielo a su alma resucitada mientras el coro celestial llenaba su entrada de los más hermosos e inimaginables cantos.

In Ludovici Gratiae Ibernii memoriam.

12/5/08

CORTO MALTÉS. (una introducción)

Se hace difícil hablar de Corto Maltés. ¿Por dónde empezar? Llevo dos días intentándolo, y no he conseguido pasar de las dos primeras líneas. Corto es un personaje que impone; no es un cualquiera; es imposible meterlo en el saco de los héroes, ni mucho menos de los superhéroes, porque no tiene aptitudes para serlo.

Corto Maltese, marino lacónico y descreído, amante de las aventuras, capaz de vivir en sus propios sueños con más comodidad que en la realidad misma, perseguidor de imposibles como la mujer ideal... fue creado por Hugo Pratt, veneciano de adopción (nacido en Rímini), de vida intensa y bien aprovechada. Muchos han querido ver a Corto como el "alter ego" de Hugo Pratt, aunque éste siempre lo negó, argumentando que tenían pocas cosas en común, aunque una de ellas era, sin lugar a dudas, Venecia.

Este breve comentario será el primero de varios que iré dedicando a la vida y obra de Hugo Pratt y su personaje más carismático, el marino Corto Maltés.


7/5/08

Niccolò da Tolentino, "el envidioso"

Niccolò da Tolentino es uno de los condottieri más conocidos de la primera mitad del siglo XV en Italia. Para los menos iniciados, resumiré que un condottiero era un general mercenario que vendía sus servicios a la ciudad que mejor pagara cuando estallaba una contienda. Y eso, en la Italia de la época, era muy a menudo. Su lealtad a las ciudades y repúblicas que defendía se basaba únicamente en cuánto recibían a cambio. Eran los cracks futbolísticos de la época, y por eso pedían los mayores reconocimientos y gloria para la posteridad.

En 1432 Florencia concedió a Michele degli Attendoli, otro conocido condottiero al servicio de la ciudad, un casco de oro (sería muy interesante saber quién lo hizo) valorado en la nada despreciable suma de 2000 florines. Como comparación, diré que el mismísimo Brunelleschi cobraba 200 florines al año por sus trabajos en la Cúpula. Una vez que Niccolò se enterò del regalo, y carcomido por la envidia, exigió al comune florentino ser reconocido con el mismo galardón, que no tuvo más remedio que encargar un nuevo casco ante el temor a perder a Tolentino, algo no deseable no ya por la pérdida en sí, sino porque su condotta (la soldadesca que le acompañaba) iría derecha a engrosar el ejército enemigo milanés, una experiencia conocida que Florencia no estaba preparada para repetir.

Tres años después, en 1435, Niccolò murió, y tal hubo de ser el miedo al condottiere incluso después de muerto, que además de enterrarle en la catedral (quizá hable otro día sobre la mezcla de lo sagrado y lo profano) le encargaron a Andrea del Castagno una pintura que le conmemorara, como la que ya había hecho Paolo Uccello sobre Giovanni Acuto (maravillosa italianización del inglés John Hawkwood) en un lateral del duomo.

5/5/08

Juan Antonio Cebrián

Ya se ha escrito en esta Logia en varias ocasiones sobre el fallecimiento de personas ligadas a la cultura y casualmente a nuestro entorno. Por ello no quería dejar pasar la oportunidad de hacer un pequeño homenaje a Juan Antonio Cebrián, maestro y defensor de la cultura radiofónica e impulsor de mi progresiva adicción a la Historia.
Nos abandonó el 20 de octubre de 2007 de un ataque a su corazón, que dañó también los corazones la legión de noctámbulos seguidores ávidos del saber que dejó tras de sí.
A pesar de su juventud (41 años), Cebrián, amigo y admirador del también fallecido Jiménez del Oso, ya contaba en su haber con multitud de libros publicados, todos ellos enfocados a hechos históricos, y la mayoría elaborados como fruto de las interesantísimas tertulias radiofónicas y sobre todo de las secciones "Versus" y "Pasajes de la Historia", del programa que tantas horas de placer me ha proporcionado: La Rosa de los Vientos. La emoción también le arrastraba a él mismo cuando nos hablaba de genios de la talla de Napoleón Bonaparte, Julio César y, sobre todo, Alejandro Magno, de quien tomaría prestado el nombre para regalarselo a su hijo.
Pero su campo de actuación no se limitaba al hecho histórico, sino que, como si de un humanista se tratase, mostraba gran interés por los avances científicos, naturaleza, astronomía, etc., dejando también un espacio en su programa para otros ámbitos culturales como la música, el cine, los cómics o el misterio. Era pues, a su manera, un "hombre universal"
Hoy, el programa continúa, y ahora lleva además su nombre porque así lo han querido quienes han tomado el testigo de su mentor. Ahora, en cambio, no son 4 sino 3 las "ces" que discuten cada noche sobre la actualidad histórico-científica, pero todas impulsadas por el ánimo y la inquietud de quien desde el Parnaso de las ondas observa con su sonrisa sencilla el paso de la Historia.

1/5/08

PETER PAN.

Es automático: según habéis leido el título de este post, os ha venido a la cabeza el rostro alegre del Peter Pan dibujado por Disney. ¿O no?

Todos tenemos en la memoria la imagen del Peter Pan cantarín, alegre y despreocupado de la Disney Factory. Pero basta con leer los tres primeros capítulos del cuento escrito por James Matthew Barrie para darnos cuenta que, al igual que con Alicia, la factoría Disney nos ha transmitido unas versiones muy suavizadas de ambos personajes. Dejo de lado el personaje de Alicia, para meterme con el que me interesa en esta ocasión, que no es ni más ni menos que Peter Pan.



"Peter Pan y Wendy" fue publicado unos diez años después de que muriera la Reina Victoria de Inglaterra, allá por 1911. Narra las aventuras de Wendy y sus hermanos John y Michael, que una noche son transportados por Peter Pan y Campanilla al País de Nunca Jamás. Allí convivirán, por un tiempo no definido, con los Niños Perdidos, los indios... y unos malvados piratas encallados en la costa.

Este cuento, en un principio orientado a un público más infantil que juvenil, oculta en muchas ocasiones más de lo que muestra; algo parecido nos pasa con Alicia en el País de las Maravillas, si bien ambos relatos no admiten comparaciones. Simplemente son distintos: el mundo imaginario de Barrie se nos muestra más verosímil que el de Carroll.

El autor, decía, omite muchos aspectos que, en un principio, poco van a interesar a un niño ávido de aventuras contra los indios salvajes o los malvados piratas:
  • ¿Por qué Peter se apellida Pan?
  • ¿por qué odia tanto a los adultos, y por qué no echa de menos a su madre?
  • ¿de dónde salen los Niños Perdidos?
Estas preguntas se las va haciendo el lector mientras va descubriendo los personajes que revolotean entre las líneas del libro, cada uno de ellos con un perfil más patológico, y digno de estudio:

Peter no es alguien tan entrañable como creíamos: es un líder arrogante, con delirios de grandeza, mal educado, desconsiderado, desmemoriado e, incluso, sanguinario: no le tiembla el pulso cuando tiene que apuñalar a los piratas del Capitán Garfio.

...El Capitán Garfio: ¿De dónde viene este capitán de refinados modales y corazón de piedra? ¿Qué hace en el País de Nunca Jamás? ¿Cómo acabó su mano en el estómago del cocodrilo? Son tantas las diferencias de este Capitán con el histrión creado por Disney... ni siquiera su final es el mismo.

Como estamos viendo, Barrie no sólo oculta cosas, sino que las que muestra son, a veces, desagradables: celos, envidia, ambición, la muerte... están constantemente presentes en el relato, que no es (ni creo que en su momento lo fuera) precisamente un transmisor de valores para los niños.

El único personaje con un espíritu "puro" es Wendy, prototipo de lo que por entonces se debía de exigir a una niña: responsable, protectora de sus hermanos pequeños, y deseosa de convertirse en mamá para coser calcetines y preparar las comidas a papá. Mentalidades diferentes... este es el único punto del libro en que nos damos cuenta que el libro fue escrito hace ya un siglo.

No puedo olvidarme de la entrañable Campanilla, "...una muchacha (...) primorosamente vestida con una hoja, de corte bajo y cuadrado, a través de la cual se podía ver muy bien su figura. Tenía una ligera tendencia a engordar". Sorprendentemente, este personaje tiene un papel mucho menor del que esperaba; incluso en la película de Disney cobra más protagonismo. A pesar de todo, uno se encariña tanto con ella, que pegaría un bofetón a Peter Pan tras escuchar el desconsiderado comentario que hace de ella al final del libro.




Los temas sobre los que más incide el libro son:
  • la necesidad de una mamá de todos los personajes humanos que aparecen en la aventura: desde los Niños Perdidos y Peter Pan, que adoptan a Wendy como madre, al mismísimo Capitán Garfio
  • El inexorable paso del tiempo: Wendy vuelve con sus hermanos a Londres, mientras Peter Pan vuelve a su País de Nunca Jamás. Barrie utiliza un bonito pretexto final para mostrarnos la evolución paralela de los dos grandes protagonistas: Mientras Wendy crece, se casa y tiene una niña, Peter sigue igual, con sus dientes de leche, su corta edad, y su espíritu de niño: a Wendy se le olvidó volar, simplemente porque ya no creía.
Hay un relato, escrito por el mismo Barrie, llamado "Peter Pan en los jardines de Kensington". Desconozco si en ese relato se narra la infancia de Peter. Lo que sí he leido son los seis fantásticos cómics de Régis Loisel, en los que el autor francés nos plantea una hipótesis, fiel a las pistas proporcionadas por el relato de Barrie, sobre lo que pudo ser la infancia de Peter, por qué adoptó el apellido "Pan", por qué no quiere crecer, y por qué odia a su madre... Todas estas respuestas surgen en un Londres ambientado "alla Dickens" en el que, de forma tangencial, aparece Jack el Destripador. Pero esa ya es otra historia.

Queda para otro día, o para otra persona, reflexionar por qué cuentos como Alicia, Peter Pan o El Mago de Oz tienen una cosa en común: la evasión del protagonista del mundo real para vivir sus aventuras en un mundo imaginario, en el que lo onírico se convierte en real. Seguro que hay algún estudio sobre eso, y tiene que ser interesantísimo.

Tengo la sensación de que Freud hubiera disfrutado mucho con este libro.