30/6/08

Paseo por Almazán

Tras una larga noche entre porrones de vino, camareros octogenarios y tres escasas horas de sueño, decidí aprovechar la mañana y pasear por la villa soriana de Almazán.
Me acerqué a su casco histórico por la arboleda que acompaña al curso del río Duero, que lame las laderas del monte sobre el que se yergue orgullosa la población. Desde allí se observa en cada momento la fachada gótica del palacio de los Hurtado de Mendoza, de finales del s. XV y con una bella galería "hispanoflamenca" de arcos rebajados sustentados por pilares ochavados. Allí se estableció la corte de los Reyes Católicos durante algunos meses de 1496 y también la pequeña corte habilitada para el adiestramiento del heredero de España, el enfermizo infante don Juan, muerto en 1497 según dicen algunos, fruto de los ardores amorosos con su bella esposa Margarita de Austria.

Al final de la arboleda cruza un puente sobre el Duero que atravesé buscando un acceso al interior de la villa. Lo encontré por una calle abierta, pero siguiendo la muralla hacia arriba me topé con la Puerta del Mercado, el más imponente acceso fortificado de Almazán compuesto por un doble arco apuntado y flanqueado por dos impresionantes torreones prismáticos. Se le dio el nombre por el mercado que la población judía aznamantina celebraba en sus cercanías.

Desde allí se divisa un nueva iglesia que decidí visitar. No tiene nombre ni emblema alguno en sus muros, ni un cartel indicativo para turistas, pero su triple ábside románico y sus sobrias ampliaciones posteriores aportan una solemnidad mortecina al edificio que te hace preguntarte cuanto tiempo llevarán sus puertas cerradas. Quizás fue una suntuosa iglesia en algún momento del que dejan constancia algunos arranques de arcos góticos al Sur con angelotes sujetando escudos borrados por el tiempo y un sobrio campanario. Hoy he sabido que es la iglesia de Santa María del Campanario.

Bajé entonces una calle que, pasando por la iglesia de San Pedro (s. XVII), desemboca en la Plaza Mayor, dominada por la fachada renacentista del palacio de los Hurtado de Mendoza, comenzada a levantar en la segunda mitad del s. XVI bajo los preceptos del más puro clasicismo romano, flanqueada por dos torres cuyos chapiteles escurialenses no se llegaron a realizar.

Frente a la fachada, la iglesia de San Miguel, joya del románico soriano en la que, aparte de poder observar un decálogo de sistemas constructivos del románico penisnsular, encontramos un pórtico en la entrada, capiteles decorados con cesterías e historiados, un interior con tablas flamencas, tallas góticas y sarcófagos románicos, y sobre todo, una impresionante cúpula mozárabe en perfecto estado con arcos entrecruzados y apertura central para la linterna.


Desde allí, tras observar el curso del Duero desde las alturas del mirador de la muralla, bajé de nuevo al hotel pasando por la Puerta de la Villa, peculiar en sí misma por el reloj público levantado sobre el arco gótico de la muralla en el siglo XVIII, que daba fin a mi visita tocando las 11 de la mañana.

4 comentarios:

lamberto palmart dijo...

He descubierto vuestro blog y es realmente interesante y demuestra gran sensiblidad ante la cultura en general. Me ha sorprendido la estructura de la cúpula mozárabe de la Iglesia de San Miguel, por su robustez, y su primitivismo y complejidad simultaneas. Aunque todas vuestra impresiones son igualmente curiosas. Seguiré asomándome por este sitio.
Os invito a visitar mi blog, http//mislibrosantiguos.blogspot.com, que aunque durante el verano esta "stand by" puede resultaros, al menos curioso.

Saludos.

Fer dijo...

La verdad es que tiene pinta de haber sido un paseo muy mítico... Y sí, esa bóveda es algo muy grande!

Lamberto, gracias por pasarte por nuestro blog y gracias por el enlace!

Anónimo dijo...

Visito asiduamente vuestro blog y siempre encuentro algo interesante con lo que deleitarme, pero este artículo de Almazán me parece realmente muy bueno. Ojalá gracias a esfuerzos como el vuestro la gente conozca más de cerca estas joyas del románico, aconsejo a todo amante del románico, la iglesia de Almazán y la ermita de Jesús de la que no nos habaln en el post.

Javier Barriga dijo...

Me he despertado a las 5:30 de la madrugada tras un largo e intenso sueño con Almazán. He vuelto a hablar con las personas que conocí allí tras catorce años. Viví en esa villa entre 1996 y 1997, fue mi primer puesto de trabajo como profesor de Dibujo en el instituto de la localidad. Allí viví experiencias íntimas de paz y soledad que jamás he vuelto a tener.
Almazán y sus tierrar son tan austeros y a la vez tan majestuosos, hay allí tanta humanidad y naturaleza que quedé enamorado de algo que hay allí intangible.
El Duero tiene a su paso por Almazán un poder especial sobre la memoria. Cuando has paseado por su ribera, a los pies del palacio, ese lugar ya no se olvida.
Recuerdo igualmente la bondad de las personas que allí habitan.., era tan auténtico el trato, tan optimista y generoso.., algo que no he vuelto a encontrar. Por eso, no puedo dejar de soñar con volver. Quizá nunca debí haberme marchado.
Hoy, aunque soy malagueño, de Ronda, vivo al norte de África y sueño con volver a cruzar el mar y recorrer desde mi Ronda natal el camino que un día hice hasta Almazán, al encuentro del trabajo generoso y de la paz. Quizá debería plantearme si aquel es mi lugar o si sólo es un amor perdido, una juventud añorada o la parte de mi alma que se hizo castellana.