5/6/08

Sobre las pinturas románicas de Tahull

Sobre la vilipendiada pintura románica se han vertido en ocasiones críticas y falacias, siempre desde entre los incultos que con error tratan de compararla con la obra de los grandes maestros de la Edad Moderna.
A todo aquel que siga pensando así le recomiendo que visite el Museo Nacional de Arte de Cataluña, donde se conservan y exhiben varios de los mejores conjuntos murales del periodo románico en España. Allí se encuentran los frescos de San Clemente y Santa María de Tahull, máximos exponentes de la influencia del estilo lombardo en la Península Ibérica.
Lo primero que nos llama la atención es la magnífica disposición de las pinturas, que, gracias a un excelente trabajo museográfico, están colocadas en una ingeniosa imitación a tamaño natural de los interiores de sus respectivas iglesias, lo que hace comprender al visitante la verdadera dimensión de dichas representaciones pictóricas que llenan muros, arcos y ábsides sin dejar desnudo rincón alguno.

Es de aplaudir el trabajo realizado por conservadores y restauradores que extrajeron los frescos de aquellas iglesias enclavadas en el valle de Boí y las trasladaron a Barcelona para una mejor preservación del conjunto.
El trabajo fue llevado a cabo durante el s. XII por dos maestros distintos, destacando por su mayor calidad de ejecución el que realizó el Pantocrátor del ábside central, aunque la obra en su conjunto es lo que sonprende llenando en su totalidad el muro, aportando una luminosidad que busca atraer al fiel primero para luego aleccionarle en la doctrina cristiana. Los temas, extraídos de las Sagradas Escrituras, son tratados según las formas iconográficas paleocristianas con cierto aire centroeuropeo, y en ellos se empieza a notar tanto cierta libertad compositiva (sobre todo a la hora de representar movimientos bestias, llamas, etc.), como un claro enriquecimiento del colorido (que nos retrae directamente al de los muros de la basílica de Sant Angelo in Formis, en Capua), lo que nos informa de una lenta pero firme evolución pictórica en todos los sentidos.

Si se conservase sólo la mitad de la pintura románica de lo que se hizo en su momento, cambiaría por completo la actual visión de aquellos templos como lugares oscuros y cerrados, envolviéndonos en un entorno casi místico más cercano al orientalismo bizantino que a la acostumbrada sobriedad occidental.

5 comentarios:

Javier dijo...

No se puede negar que un templo con pinturas tenía que ser algo espectacular, pero siempre he pensado que un tempño románico nunca podría dejar de ser "un lugar oscuro y cerrado", porque como tal estaba pensado: la oscuridad formaba parte de la "invitación a la reflexión", ¿no?

Buen acercamiento a tan interesante tema, Alejandro...

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho recordar como llegamos al Museo Nacional de Arte de Cataluña y como me emocioné al ver esos frescos a tu lado.
Invito a todo el mundo a que vaya a ver ese Museo, tiene algo especial.
Besos!!!
Frescuer

Fer dijo...

Pues a mí me encantaría que se conservara más pintura románica, y sobre todo que fuera más conocida la pintura que se hacía por la misma época en el Imperio Bizantino, para que al fin nos diéramos cuenta de lo inferior y provincianos que resultaban nuestros frescos frente al esplendor de Bizancio. Nuestro egocentrismo europeo nos impide darnos cuenta de que Occidente por estas fechas era el segundo mundo, tan lejano a la vanguardia artística como lo pudo ser Hungría en el Renacimiento. Y hay que saber valorar las cosas en su medida: Tahull es algo fantástico para lo que había por aquí en aquella época, pero no debe ser tratado como una obra de primer orden en la historia universal del arte.

Anónimo dijo...

tahull se quedo sin eurocopa, verdad?

Alex dijo...

Precisamente porque se conservan pocos conjuntos murales de tal magnitud (en toda Europa, de este calibre se podrían contabilizar con los dedos de una mano), y porque en Bizancio no se prodigaron en este tipo de técnicas ya que entre ellos triunfó el arte del mosaico, creo que sí que se debe considerar una obra de primer nivel junto al Panteón de los Reyes de San Isidoro de León y la bóveda de Saint-Savin-Sur-Gartempe.
Evidentemente, Bizancio entonces vivía un gran esplendor económico y cultural sin igual, pero ya por estas fechas se levantaban orgullosas decenas de catedrales y suntuosos monasterios por toda Europa que anuncian la superación de los barbarismos y la configuración de una cultura europea homogénea.