8/2/08

Boulevares...

Durante la década de los años 50 del siglo XIX se producen en Francia, concretamente en París, las primeras experiencias de reformas urbanas a gran escala. El caso de París es más que evidente para reconocer en él los síntomas de posesión de lugar por parte de la burguesía adinerada. Como bien es sabido, el proyecto impulsado por Napoleón III para embellecer la ciudad, y equipararla con su "rival" Londres, es llevado a cabo por el Barón Haussmann, un burgués más.

De esta manera, la burguesía hace su ciudad. Proyecta la urbe de manera que se acomode a sus nuevas necesidades, que durante décadas ha ido gestando. Tras la Revolución Industrial la burguesía aparece como nuevo poder dirigente y con capacidad de decisión, abocando al proletariado a su obligada sumisión. Así, desplazados estos últimos de cualquier contacto con la realidad material que no sea el esclavo trabajo productivo en la fábrica, los nuevos poderosos se adueñan de la ciudad.

Aparecen nuevas tipologías de edificios a su medida: mercados, bancos, la ópera, pasajes comerciales, cafeterías, estaciones de ferrocarril... Y se hace uso de los nuevos materiales que la apadrinada Ciencia ofrece para configurar estos nuevos edificios representativos: el hierro y el vidrio. Pero me desvío un poco de lo que al principio tenía pensado hablar: los boulevares.

El boulevard nace implícito a los proyectos de ensanche territorial y urbanismo de las grandes ciudades. Volvemos a París. Boulevares que el burgués Haussmann crea para la burguesía parisina. Y no es extraño que se dé esta circunstancia, es más que lógico teniendo en cuenta que entre la sociedad que deambularía por esos paseos se encontraba la tipología por excelencia surgida en la ciudad del XIX: el flâneur.

Una ciudad pensada y creada para pasear por Montparnasse, para encontrarse en el foyer de la Ópera de Garnier o tomarse un absenta en el Café mientras se departe sobre la última exposición del Salón de Refusées. Un escenario ofrecido al ciudadano para sacar pecho y sentirse respetable.

No podía evitar hablar del flâneur...

2 comentarios:

Javier dijo...

Al leer esto, me acuerdo de los "agradecimientos" que hace Angel González en su nuevo libro "Pintar sin tener ni idea".

En ellos, habla de que, de ponerse, tendría que agradecer la publicación de su último libro incluso a los vinos tomados en cierta taberna, de cuyo nombre no me puedo acordar.

Estoy seguro que, si se hubiera puesto, tendría que haber hecho algún agradecimiento al Barón Haussmann, por abrir los bulevares que le inspiraron, seguro, más de un artículo.

velarde dijo...

quiero ya una tarde de spritz entre semana después de leer esto..