1/2/08

Puccini y Butterfly

Madama Butterfly se estrenó en el Teatro alla Scala de Milán en 1904. A los pocos meses se representó también en Brescia, con importantes cambios. Durante los siguientes tres años se sucedieron las modificaciones hasta alterar de tal manera la primera versión, que hay quien piensa que la actual tragedia japonesa de Puccini fue concebida en su origen como una comedia.

Madama Butterfly cuenta la historia de una geisha de quince años, Cio-Cio-San ("Cio" significa "mariposa" en japonés, de ahí Butterfly), que es engañada por un marino americano, Pinkerton, para que se case con él, estando las lujuriosas intenciones de Pinkerton lejos de una verdadera vida marital con Cio-Cio-San. Él se marcha de vuelta a Estados Unidos y vuelve después de tres años con su verdadera esposa americana para comprobar que de su unión con Butterfly ha nacido un niño. La joven geisha, tras comprobar el engaño, se quita la vida para limpiar su honor.

Este argumento, que no parece dar mucho lugar a la risa, quizá estuvo enfocado de otro modo distinto en las primeras representaciones. Por lo que parece (no se conservan todas las versiones), la versión inicial del libreto, con más peso por parte de Luigi Illica, presentaba el mundo oriental, Butterfly y sus parientes con un resabio colonialista, llegando incluso a ridiculizarles con algunas frases, gestos y escenas, algunas de las cuales se mantienen hoy en día pero con una visión más tierna y menos cruel. Los cambios que se fueron introduciendo a lo largo de los años, de los cuales era más responsable el otro libretista, Giuseppe Giacosa, fueron suavizando el tono satírico y ahondando en la cara más trágica de la obra.

Probablemente a Puccini le conmovía cada día un poco más la historia de Cio-Cio-San. Probablemente, cada día que asistía a la representación sufría un poco más y la angustia le llegaba cada día unos compases antes que el anterior; cada día le dolía más y le era más frío el puñal que atravesaba el pecho de la joven. Llegó el día en que ya no le hacían gracia las battute (gracietas) de Pinkerton, en que se sorprendió maldiciéndole, llegó el día en que incluso se sintió culpable, pero ya no podía hacer nada por evitarlo, ya no podía viajar al Japón para llevarse a Cio-Cio-San a su villa de Torre del Lago y salvarla de la maldad que ella no conocía. Lo único que pudo hacer fue tratar de convencer al público de que no había humor en aquello, de que esa historia era una auténtica y verdadera tragedia.

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