20/3/08

La arenga y el día de Crispín Crispiano

Leyendo un libro sobre la Segunda Guerra Mundial (Handbook of World War II. An illustrated chronicle of the struggle for victory, de Karen Farrington) me he encontrado con la carta que escribió Dwight Eisenhower a los soldados días antes del desembarco en Normandía. Contiene los que probablemente sean los últimos restos del género de la arenga a las tropas, del que en adelante sólo se encontrarán ejemplos ficticios, literarios y cinematográficos, ya que la guerra hoy ya no es un arte ni una confrontación de hombres, sino una mera exposición mecánica de armamento. Hay un fragmento de este tipo de literatura militar que me ha venido a la mente y que por fortuna he encontrado en YouTube para que no sólo podáis leerlo, sino oírlo, porque realmente estas obras se crearon para ser escuchadas, para ser gritadas por una sola persona que debe hacerlas llegar a un grupo de hombres amedrentados y desanimados y devolverles el coraje necesario para lograr la victoria final.

El fragmento al que me refiero es la Escena III del Acto IV de Henry V, de William Shakespeare. El vídeo corresponde a la buena adaptación cinematográfica que hizo el fanático Kenneth Branagh. Me voy a arriesgar a hacer una traducción que ya advierto tendrá errores y no será excesivamente precisa, en parte porque creo que una vez se sale del inglés shakesperiano vale casi lo mismo una traducción experta que una aproximación que indique el significado global y deje al lector la oportunidad de buscar los matices en el texto original.



WESTMORELAND
O that we now had here
But one ten thousand of those men in England
That do no work to-day!
KING HENRY V
What's he that wishes so?
My cousin Westmoreland? No, my fair cousin:
If we are mark'd to die, we are enow
To do our country loss; and if to live,
The fewer men, the greater share of honour.
God's will! I pray thee, wish not one man more.
By Jove, I am not covetous for gold,
Nor care I who doth feed upon my cost;
It yearns me not if men my garments wear;
Such outward things dwell not in my desires:
But if it be a sin to covet honour,
I am the most offending soul alive.
No, faith, my coz, wish not a man from England:
God's peace! I would not lose so great an honour
As one man more, methinks, would share from me
For the best hope I have. O, do not wish one more!
Rather proclaim it, Westmoreland, through my host,
That he which hath no stomach to this fight,
Let him depart; his passport shall be made
And crowns for convoy put into his purse:
We would not die in that man's company
That fears his fellowship to die with us.
This day is called the feast of Crispian:
He that outlives this day, and comes safe home,
Will stand a tip-toe when the day is named,
And rouse him at the name of Crispian.
He that shall live this day, and see old age,
Will yearly on the vigil feast his neighbours,
And say 'To-morrow is Saint Crispian:'
Then will he strip his sleeve and show his scars.
And say 'These wounds I had on Crispin's day.'
Old men forget: yet all shall be forgot,
But he'll remember with advantages
What feats he did that day: then shall our names.
Familiar in his mouth as household words
Harry the king, Bedford and Exeter,
Warwick and Talbot, Salisbury and Gloucester,
Be in their flowing cups freshly remember'd.
This story shall the good man teach his son;
And Crispin Crispian shall ne'er go by,
From this day to the ending of the world,
But we in it shall be remember'd;
We few, we happy few, we band of brothers;
For he to-day that sheds his blood with me
Shall be my brother; be he ne'er so vile,
This day shall gentle his condition:
And gentlemen in England now a-bed
Shall think themselves accursed they were not here,
And hold their manhoods cheap whiles any speaks
That fought with us upon Saint Crispin's day.


WESTMORELAND

¡Ojalá tuviéramos aunque fueran diez mil de los hombres que quedan en Inglaterra y que hoy no hacen ningún trabajo!

HENRY V

¿Quién es el que desea eso? ¿Mi primo Westmoreland? No, mi buen primo... Si estamos condenados a morir, somos suficientes para perder nuestro país, pero si vivimos, se repartirá más honor para cada uno de nosotros. ¡Por el amor de Dios! Os ruego que no pidáis un solo hombre más. Por Jove, que no codicio el oro, ni me preocupa que se viva a mi costa. No me importa que lleven mis vestiduras, esas cosas externas no están entre mis deseos. Pero si es pecado codiciar el honor, soy el alma más pecadora que existe. No, fe, primo mío, no desees más hombres de Inglaterra... ¡Por Dios! No perdería un honor tan grande por un hombre más con el que tuviera que compartirlo, porque tengo la mayor esperanza. De hecho, proclámalo Westmoreland, entre mi ejército, que aquel que no tenga estómago para esta batalla, dejadle ir, se hará su salvoconducto y se le darán monedas para el viaje. No moriremos en compañía de ese hombre que teme morir con nosotros. Hoy es la fiesta de San Crispiano. Aquel que sobreviva a este día y llegue a salvo a casa, se erguirá como un clavo cuando este día sea nombrado, y se levantará cuando oiga el nombre de Crispiano. Aquel que sobreviva este día y llegue a la vejez, cada año en la vigilia de la fiesta dirá a sus vecinos "mañana es San Crispiano". Entonces se levantará la camisa, mostrará sus cicatrices y dirá "estas heridas las recibí en el día de Crispiano". Los hombres viejos olvidan, y todo será olvidado, pero él recordará con precisión lo que hizo ese día, y entonces recordará nuestros nombres. Le serán familiares como palabras de casa: el rey Enrique, Bedford y Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester, y seremos en sus copas llenas vivamente recordados. Esta historia el buen hombre la enseñará a su hijo. Y el día de Crispín Crispiano nunca morirá, desde este día hasta el final del mundo. Y nosotros seremos recordados en él, nosotros, pocos, felizmente pocos, nosotros grupo de hermanos, porque aquel que hoy derrame su sangre junto a mí, será mi hermano y nunca más un plebeyo. Este día ennoblecerá su condición, y los nobles en Inglaterra que ahora están acostados se sentirán maldecidos por no haber estado aquí y se tendrán por hombres de poco valor cuando alguien diga que luchó junto a nosotros en el día de San Crispín.

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