11/3/08

La pintura del silencio

Hace poco hablé de la Cúpula. Durante la década de 1430, en la que se completaba, tenía lugar, a pocos metros de allí, la creación de otra obra de arte de inconmensurable calidad. Mucha gente se pregunta a menudo si hay realmente obras de arte "buenas" y obras de arte "malas", y cuáles pueden ser las cualidades cuantificables para determinar su grado de calidad. Luis Gracia Iberni, insigne profesor de música reciente y tristemente fallecido, dijo una vez en una de sus clases que las obras de arte no pueden ser ni "buenas" ni "malas" por el mero hecho de que esto son atributos morales y no estéticos, que son los que deben utilizarse en este caso; así, las obras son "bellas" o no lo son. Apliquemos o no el término más correcto, considero que la calidad de al menos una parte de las obras de arte no es un término relativo que deba ser determinado por el espectador, el crítico, el creador o el historiador, sino que es absoluto y es en sí uno de los mayores méritos que esa obra puede alcanzar. Es el caso de la Piedad de Michelangelo, de La Escuela de Atenas de Raffaello o de Las Meninas de Velázquez. También de las pinturas del piso superior del claustro de san Marco, en Florencia.

La historia del monasterio de san Marco se cruza con la de Cosimo de' Medici, como casi todo acontecimiento político y cultural del segundo cuarto del siglo XV. Cosimo, al regresar del exilio veneciano, en 1434, y tras acoger al huído papa de Roma, Eugenio IV, consulta con él algún modo de purgar el pecado más extendido en la época entre los comerciantes: la usura. El papa, en una práctica habitual, le pide al pater patriae que asuma la remodelación del monasterio de san Marco, por entonces en el límite de la ciudad (hoy embebido en el trazado urbano más céntrico) y en un estado de semirruina que lo hacía prácticamente inhabitable. Cosimo encarga a su arquitecto de mayor confianza, Michelozzo, el importante proyecto. Mientras se van finalizando las labores estrictamente arquitectónicas, da comienzo también la decoración del claustro, realizada por uno de los propios monjes: Fra Giovanni, que será más tarde recordado como Fra Angelico o Beato Angelico, por la espiritualidad de su dulce pintura. Angelico pintará una a una las celdas de sus hermanos en el claustro superior, amén de la celda particular del propio Cosimo, una Anunciación en el corredor y una gran Crucifixión en el piso inferior.

San Marco - Anunciacion del corredor

El que vea estas pinturas reproducidas en cualquier libro probablemente pase por encima de ellas con rapidez, pues son figuras religiosas de las que hay decenas de miles de ejemplos en las iglesias católicas de Europa. Los temas no son originales, las figuras no presentan novedades radicales y sólo una exagerada capacidad para la gradación del color podría hacer detener la vista en ellas.

"Cada cien pasos una torre cortaba el aire; para los ojos el color era idéntico, pero la primera de todas era amarilla y la última escarlata, tan delicadas eran las gradaciones y tan larga la serie." (Borges, El Palacio del Rey)

Angelico podría haber pintado esas torres.

Pero el éxito de esas pinturas no radica en esas gradaciones. Cuando uno pasea por las galerías del claustro y se asoma a cada una de las celdas, percibe poco a poco que la grandeza del Beato Angelico está en haber sido capaz de representar todas las historias bíblicas en el más absoluto de los silencios, en haber pintado el antónimo de la estridencia. Esas pinturas debían inducir a los monjes a la meditación, al recogimiento, al sosiego, al sereno estado que precede al pensamiento elevado. Imagino que en un monasterio a las afueras de Florencia en el siglo XV las condiciones eran ya lo suficientemente favorables para este tipo de pintura. Es por eso que el verdadero triunfo de Angelico consiste en apagar incluso hoy los molestos ruidos que circundan nuestro entendimiento y aislarlo para que funcione con independencia, en el silencio necesario y sacro. Es por eso que la visita a san Marco inquieta, perturba, nos obliga a conversar con una parte de nosotros con la que apenas tratamos y nos pone en contacto con la aridez de nuestros ocres y grises.

San Marco - Anunciacion en celda
Menos mal que al finalizar el recorrido, Ghirlandaio sale a nuestro encuentro a reconfortarnos para que olvidemos el profundo examen interior al que hemos sido sometidos.


Ultima Cena de Ghirlandaio

6 comentarios:

velarde dijo...

es una visita de las grandes, alejada del turismo y que te hace reflexionar sobre la PUREZA, sin dudarlo.Efectivamente, la cena del Ghirlandaio es ya el colofón después del enfrentamiento con el silencio zurbaranesco!!

Fer dijo...

Cómo osas meter el nombre de Zurbarán junto al Angelico?! Impío!!

Juan Diego Caballero dijo...

Un placer visitar esta prometedora Logia 14. Voveré más veces.
Saludos cordiales
JDC

Javier dijo...

Muy bien, "Fer", muy bien... me dan ganas de hacerme fraile!!

Por cierto, Ghirlandaio fue mi gran descubrimiento en este último viaje a Florencia. Ese tio era bueno!!!

Alex dijo...

El hecho es que esta pintura avanzaba ya la espiritualidad que se estaba fraguando en el resto de Europa. Se trata de la "devotio moderna", impulsada en principio por Tomás de Kempis desde los Países Bajos y que culminaría con personajes de la talla de Erasmo o Talavera. Brazos recogidos en torno al pecho propio, en los que veo la búsqueda interior a través de la lectura de las Sagradas Escrituras de una relación íntima e individual con Dios en contra de rigidez litúrgica propugnada desde Roma.

Alicia dijo...

Ahora que lo menciona Álex, la verdad es que yo empecé a leer "La imitación de Cristo" de Kempis. Tuve que dejarlo porque yo sí que me iba a hacer santa si seguía!!!!