3/4/08

Contrastes (pero no de A. W. Pugin...)

Vivimos rodeados de contrastes, de choques. El terreno de juego donde desarrollamos nuestro día a día no suele distar mucho de unos lugares a otros, especialmente en las ciudades donde podríamos reducir sus elementos configurativos inmóviles a calles y edificios. En el medio rural también existe esto, aunque a pequeña escala y de una manera más modesta y menos estridente, de eso no hay duda. Despertamos dentro de un edificio para abandonarlo por unos minutos e ir a parar a otro edificio. Durante esos minutos de traslado nos hemos ido moviendo entre edificios.

La arquitectura nos envuelve y rodea. Se nos presenta constantemente y apenas paramos en ello. Asumimos lo que vemos de una manera casi inconsciente. Volúmenes asimilados por el mero hecho de encontrarse unos junto a otros sin importarnos cuando fueron “puestos” allí o qué relación guardan con su entorno. Hasta que aparece una voz anónima, salida de la nada, que parece abanderar con la palabra una cruzada a favor o en contra de tales disposiciones urbanísticas. Y ésta atrae a otras voces dispares, que al asociarse en masa – no hay nada más peligroso que las masas… – parecen tomar cuerpo como de juez con capacidad de discernir y defender con fervor aquello correcto de lo que no lo es. Ahora lo veremos mejor.

Tomemos como ejemplo dos escenarios simbólicos o destacados: los foros romanos y la mezquita de Córdoba. Dos de los lugares más complejos y a la vez más admirados de la historia del arte.


Aparte de la descomunal cantidad de valiosos lugares de interés que tiene, uno de los puntos de atracción de la capital italiana son estos foros. La gente acude en masa a ellos con una certeza a priori de que aquello es bello. Y lo es, por supuesto. Pero a lo que quiero llegar es que el espectador, el público que se desplaza a estos lugares, no guarda un baremo común para la consiguiente crítica del lugar. Atraviesan la vía Sacra del foro de Julio César entre basílicas, templos, la Curia o el Tabularium del siglo II-I a.C.; asimismo, aparecen ante sus ojos el arco de Septimio Severo, ya del III de nuestra era, y también la Iglesia barroca de los Santos Lucca e Martina, de Pietro da Cortona, del XVII. Por lo tanto, nos encontramos dentro de un mismo recinto cantidad de monumentos, volúmenes y espacios que distan de sí cronológicamente más de 1500 años, y lo aceptamos como algo bello sin plantearnos si esa iglesia está destruyendo con su “lenguaje cristiano” ese entorno pagano. Al contrario, lo admiramos y esbozamos una sonrisa que parece decir: ¡Cuánta belleza junta!

De la misma manera tenemos el caso de la Mezquita de Córdoba, aunque en este caso con un resultado algo diferente. Las sucesivas ampliaciones de la Mezquita llevadas a cabo por Abderramán I, Abderramán III, Al Haken II y Almanzor sobre suelo en el que se asentaba una iglesia visigoda y previamente un templo romano de los que tomaron columnas y capiteles para reutilizarlos como elementos sustentantes, dan como resultado lo que hoy en parte podemos contemplar. Nadie duda de la belleza de la arquitectura islámica, si bien es considerablemente superior la factura de la ampliación de Al-Haken II – la parte frente al mirhab y la kibla - . Pues bien, entre todo esto encontramos una iglesia renacentista del siglo XVI-XVII, la Catedral. En este caso el público no parece estar tan conforme con el resultado por ese choque que producen ambas arquitecturas y lamenta haber perdido por completo la planta original de la Mezquita, o por lo menos su primitiva continuidad y uniformidad arquitectónica. Ahora se oyen otras voces: ¡Qué barbaridad! Volvemos al problema del tiempo: Un edificio que reúne construcciones que distan más de 600 años.

Entornos urbanos, edificios independientes que han soportado reformas, ampliaciones, a los que se les ha adherido nuevos volúmenes, etc. Y podríamos citar innumerables ejemplos de esto. Nuestra historia urbanística y arquitectónica así esta conformada: La ampliación de Rafael Moneo del Museo del Prado en Madrid, donde la mayoría decidió posicionarse en el lado de los que claman al cielo por tales construcciones, a pesar de la fantástica recuperación del claustro renacentista de la Iglesia de los Jerónimos – casi ha tenido que darse esta ampliación para que el público lo conociese – y del respeto histórico hacia el edificio principal de Villanueva y la sede de la cercana Real Academia de la Lengua Española; la misma Plaza de Cibeles, concebida por los arquitectos de Carlos III como uno de los extremos que cerraba el Paseo del Prado en su lado norte, conjuga lenguajes de diferentes siglos que van de XVIII al XX y se advierte como una de las estampas más reconocidas de la ciudad; en Chicago, Mies van der Rohe protagonizó un experimento urbanístico en la década de los años 40 del siglo pasado sobre la intrincada trama de la ciudad decimonónica para dar acondicionamiento a un Campus científico y universitario, el IIT (Instituto de Investigación Tecnológica). El contraste entre ambas concepciones es espectacular, o por lo menos impactante.

Diferentes lenguajes arquitectónicos para un mismo punto, pintorescos escenarios de una fuerte carga visual que nos hechizan y embriagan, haciéndonos suyos, limitando nuestros sentidos críticos y reduciéndonos a meros viajeros de paso…

4 comentarios:

Javier dijo...

Muy bien, Alfonso.

Sobre el foro: creo que mucha gente dice que el foro "es bonito" simplemente porque les han dicho que eso mola. Poca, muy poca gente sabría moverse entre las ruinas haciéndose una idea de por dónde está pasando. Supongo que aún queda algo en el gusto popular de ese amor romántico por la ruina.

Por cierto, tienes que decirme el nombre del librito ese sobre la ruina, de "la balsa de la medusa".

Fer dijo...

Has conseguido que me sienta mal por no saber dibujar la planta de mi edificio.
Aparte de esto, siempre me ha parecido curioso cómo sólo sabemos hacer un eje cronológico con nuestra época como referencia. De esa manera no somos capaces de asumir que entre el Ara Pacis de Augusto y el Bruto Capitolino hay más o menos la misma distancia que entre Picasso y los retratos de Felipe V de Van Loo por poner un ejemplo "violento".

pedrojoper dijo...

No deberíais creer que sólo los demás son los que son incapaces de ver lo que tienen delante; vosotros lo veis como otros han querido que lo veáis, ni mucho menos tenéis una opinión ciertamente versada, tenéis una basada en lo que os dijo alguien que creéis ciertamnete versado,y eso no tiene mucho más mérito que el turista indocto que va a intentar descubrir algo entre los restos de la Antigüedad: se llama curiosidad.
Tal vez lo uúnico que les/nos diferencie sea que nosotros hemos tenido un interés por estudiarlo ( y sólo en algunos casos) y por eso nos permitimos el lujo de creernos expertos en la materia en comparación a otro que sólo ha mostrado interés en conocer, igual que nosotros, pero que no ha estado cinco o más años matriculado en un curso sobre ello.
Tal vez sólo en ciertas cosas podemos permitirnos esos lujos, pero no desde luego en el campo de la cultura, porque cada uno manifiesta curiosidad sobre algo elevado como le parece; tal vez al único que se pueda criticar es a quien no muestra interés, y no acude a verlo;
tal vez la única suerte que hemos tenido es poder distinguir entre supervivientes (o crónicas marcianas y un largo elenco de perlas) y un buen libro, o un buen razonamiento o una buena curiosidad, etc.
Tned esto en cuenta: tal vez exista algo que nos diferencia de la mayoría, de lo que llamamos "gentuza" con total impunidad, pero desde luego no es un "espíritu" tan elevado como pensáis, ni una magistral preparación, que yo estaba delante cuando elevábamos nuestros "espíritus" jugando a las cartas, bebiendo sin parar o cualesquiera de nuestras acciones "del vulgo, de la gentuza".
A lo mejor no debemos permitirnos tantos lujos y ser más humildes: esto no es una crítica a autor o autores de estos documentos, es una crítica a todos, a mi el primero, pero que estaría bien que calara en todos, incluyendo a aquéllos que denominamos maestros, que demuestran que son los primeros en pasar de aquéllos que intentan aprender más (es tu caso con tu director de DEA, Alsonfo) y que demuestran undesprecio hacia los demás, y una superioridad moral, que desde luego no se han gando, tal vez alguno sí la profesional.
He dicho.

Anónimo dijo...

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Always yours,
miss MW